VARELENSES POR EL MUNDO

Con Carina Luna en París



Revista » 15/01/2017

Aunque hace apenas tres horas que nos bajamos del avión, ya estamos arriba de un colectivo –el número 63- al que nos subimos en la Estación Saint Germain, hacia Trocadero. Si todo va bien, ahí encontraremos a la persona que vamos a entrevistar para la Revista de fin de año de Mi Ciudad. Cuando convocamos mediante Facebook a varelenses que vivan en Francia, una amiga nos contactó con ella. Y luego le escribimos un mensaje que respondió rápidamente, accediendo a nuestra propuesta. En el vehículo, no parece haber más turistas que nosotros y sí mucha gente que va a su trabajo o vuelve a su casa. Aprovechamos el viaje para ir mirando por la ventanilla y llenarnos los ojos con esas imágenes tan propias de París. Está nublado pero por ahora dejó de llover, después de 12 días seguidos que provocaron la crecida del río Sena y los cierres preventivos de los museos del Louvre y Orsay, donde se pusieron a buen resguardo una parte de las obras ahí reunidas, para alejarlas de todo riesgo climático. El mal tiempo y la constante amenaza terrorista se combinaron para darle a la ciudad un aspecto distinto: no hay tanta gente en la calle, no hay colas para subir a la Torre Eiffel, no hay que esperar para comer en un restaurante y hay militares montando guardia por todos lados. Por suerte el miedo no se impone a todos, y una monjita ataviada de blanco que viaja al lado nuestro en el autobús nos grafica -en español- de qué se trata: “Si nos quedamos adentro de casa, los que triunfan son los terroristas. Y eso no puede pasar. Así que yo sigo haciendo mi vida de siempre”, nos dice sonriente. Llegamos a Trocadero, ideal escenario para tomar imágenes de la Torre, y la multitud que nos rodea nos hace dudar de la facilidad con la que podemos llegar a encontrar a nuestra cita. Un puesto ofrece creppes de banana y chocolate y a pocos metros, unos chinos hacen una representación artística denunciando un supuesto tráfico de órganos en su país, para lo que juntan firmas entre todos los que pasan por el lugar.
De pronto, la vemos venir. Su altura ayuda a distinguirla. La acompaña Patrick Soulie, su marido, que trabaja como agente de operaciones de una aerolínea, y la hermosa Malena, su hijita. Carina Luna, a quien conocemos porque trabajó más de 15 años en la oficina de Ceremonial de la Municipalidad de Florencio Varela, llega puntualmente y ahora solo tenemos que decidir en cual de los cafecitos- todos tan idénticos- de la zona vamos a sentarnos para charlar sobre su nueva vida al otro lado del Atlántico.

-¿Cómo fue que llegaste a Francia?
-Para mí era un sueño conocer París y ver la Torre Eiffel… La primera vez que vine fue en el año 2000. Y en 2002, volví, pagando el viaje en cuotas, creyendo que era la última vez, por todo lo que estaba pasando en Argentina, con los saqueos y todo eso. Pero no fue así. Mi amiga Silvia Giannini, me dijo que tenía un amigo francés, al que le gustaba Argentina, y me lo presentó. Era Patrick, y claro, yo no sabía que iba a ser mi marido. Yo había viajado a Roma, donde tengo familia, y ya que estaba cerca vine a París. Lo conocí y empezamos una amistad… El francés es muy educado, muy serio, tienen otro trato al que estamos acostumbrados. Después él fue a Argentina, llegó a tomar el 148 en Constitución para ir a mi barrio… Estuvimos así cuatro años, viniendo él para allá y yo para acá, hasta que pedí un permiso sin goce de sueldo por tres meses, porque de vacaciones todo es lindo…Pero hay que ver si me adaptaba a la vida acá. Y después de esos tres meses decidimos casarnos.


-Imagino que esos primeros tiempos fueron difíciles…
-Sí. El cambio fue un balde de agua fría. En esos meses que había venido a adaptarme en realidad estuve paseando. Creía que conseguir un trabajo iba a ser más fácil, y no lo fue tanto. Acá hasta el que barre hizo un curso para aprender a barrer, la mujer que limpia una casa tiene un certificado que dice que limpia casas. Así para todo, el mozo hizo un curso, la vendedora… Y es imprescindible hablar bien el idioma.


-¿De qué trabajás?
-Enseño español a niños. No soy profesora, pero al ser el español mi idioma de nacimiento, se permite hacerlo. También estoy anotada en una página donde se ofrecen servicios de asesoramiento para turistas, que es algo que estuve haciendo. Hay que ser buscavidas, porque llorar, deprimirme y extrañar era esperable…


-¿Qué extrañás?
-Extraño a mi mamá, Irma. También a mi papá. Eso es lo más duro.

Carina se emociona y unas lágrimas surgen de sus ojos. Se quiebra pero luego se repone y continúa, tras pedir un innecesario perdón.

-También se extraña que me salude la gente. Acá uno pasa a ser como un fantasma. Allá hay un calor humano diferente. Acá todo funciona bien, el colectivo llega a la hora adecuada, eso es bueno y uno se acostumbra, pero que la gente te salude no es sencillo al principio. Hay que ir adaptándose, haciendo amistades,.. Y se tarda en conseguirlo.

-¿De cuáles compañeros te acordás?
-Varios… Gonzalo Cruz, Yanina Barontini, y otros.
-¿Cuándo nació tu hija?
-El 20 de marzo de 2013, que es el mismo día en que cumple años mi papá.
-¿Qué sintieron cuando pasaron los atentados de Isis?
-Era un día como el de hoy. Y fue raro, porque la gente lo vivió en silencio. No había ruido, el ruido de París, eso de la gente tomando algo afuera, en las terrazas, faltaba. Uno salía y no había movimiento. La gente estaba de luto, en silencio.
-¿Te afectó en lo personal?
-Me dio terror. Al principio pensé, no es mi barrio. Pero después pensé ¿y si explota la Guardería donde dejo a Malena? Y claro, no es mi historia. Pero uno piensa…
-¿Qué cosas cambiaron en la ciudad después de los actos terroristas?
-Empezaron a haber muchos controles, más policías en los trenes…
-¿Cómo es tu actividad diaria?
-Me levanto temprano, algo que me gusta, veo lo que puedo ver de la televisión argentina, para saber lo qué pasó, Después preparo a Malena para ir a la guardería, algo que al principio me costó mucho. Acá se despegan mucho más fácil, hacen a los chicos más independientes. Ella va a la Guardería y después yo preparo la comida. Me voy a dar los cursos en el Metro, vuelvo a eso de las siete y media de la tarde, cenamos y a dormir.
-Hablando de comida, ¿Qué comen?
-El menú acá no es tan difícil, todo tiene queso. No es tan diferente. Eso sí, no hay asado, la carne no es igual, y es más cara.
-¿Con qué se divierten?
-Los fines de semana salimos, hay mucha vida nocturna y mucha movida cultural gratuita. Claro que con la nena, que tiene tres años, no es tan fácil.
-¿De qué barrio de F. Varela sos?
-De La Sirena. Hice la Primaria en la Escuela 21, y la secundaria en el Instituto Modelo Emmanuel. En las últimas elecciones, en las PASO, estuve de visita y volví al colegio, para acompañar a una amiga a votar.
-Te acordarás de la gente del barrio…
-Sí. De vecinos como Elisabeth Guzmán, o una compañera como Claudia Beltrán, Cuando vuelvo a Varela, tengo mi tarjeta SUBE, necesito viajar en colectivo, ir al super chino caminando, sentir que no me fui.
-¿Cómo encontraste a F. Varela?
-Varela está siempre igual.
-¿Te ves terminando tu vida acá?
A veces sí y a veces no. Cuando me pongo nostálgica pienso que no. Pero también tengo que pensar que está Malena, y que acá el nivel de educación es diferente. Yo no reniego del nuestro, pero hay cosas … Por ejemplo, algo que pasó en estos días, saber que mi papá tenía un turno a la mañana para un electro, en la clínica María Mater, y que a las 19 todavía no lo habían atendido. Es como un castigo .Acá la gente mayor es privilegiada, los jubilados viven en un estado de jubileo. Allá no hay respeto por la gente grande. Ahí es donde a veces me digo por qué no los podré traer a vivir con nosotros, aunque ellos son de allá, no sé si querrían estar acá. Aquel es su lugar. Mamá vino cuando me casé, y le encantó, pero después necesitaba su televisión, sus cosas. Uno es de un lugar. Uno siente esa pertenencia. Yo estoy adaptada, pero siempre hay algo, que hace que uno sea de otro lugar. Así que, Dios dirá.


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