ENTREVISTA

Fernando Parenti



Entrevistas » 01/09/2014

 

Fernando Parenti eligió un modo de vida que mucho tiene que ver con la forma en que jugaba. Sencillo, práctico, generoso… Pensando en el bienestar del equipo antes que en el lucimiento propio. Por eso, agradece infinitamente pero siente pudor cuando recuerda que la filial de Racing de Florencio Varela lleva su nombre, y considera que el Premio San Juan Bautista que recibió por su condición de futbolista, campeón de América y del Mundo con el ya mítico «Racing de José», en realidad debió haber sido para su padre, auténtico pionero de la localidad, hoy ciudad, de Bosques. Cinco veces agasajado junto a otros ex futbolistas de «la Academia» en la Filial «Santiago Saccol», que el club de Avellaneda tiene en Barcelona, (España), el querido «Nando» nació el 4 de febrero de 1941 en Quilmes, pero vivió siempre en Bosques. Casado con Beatriz Guas, con quien tuvieron tres hijos, Sandra, Fernando y Rosana, tiene cinco nietos, y antes de irse después de la amena charla, nos pidió que en este artículo manifestemos su eterno agradecimiento a dos amigos que estuvieron a su lado cuando debió vivir momentos difíciles con uno de sus hijos. Ellos son el recientemente fallecido Julio César Lozano, y el otro, Antonio Di Constanzo. Cumplimos, y a la nota:

 

-¿Qué recuerda de su infancia?

 

-Mi papá tenía un almacén de ramos generales junto a mi tío Ángel. Ellos vinieron de la ciudad de Roque Pérez. Vendían sándwiches con una canasta a los obreros que estaban haciendo la Ruta 2 y hormigoneando el puente de Bosques. En el negocio, que estaba frente a la Estación, jugábamos con mi hermano con una pelota de goma, adentro de una cancha de bochas. Ahí aprendí a pegarle con las dos piernas, con el borde interno y el externo, y a tirar paredes. Algo que muchos años después sirvió cuando jugué en Lanús con Silva y Acosta, a los que llamaban «los albañiles», por las paredes que tiraban… Al lado, había un tambo. En mi casa había unas 500 gallinas… Y se vendía de todo. También el almacén tenía un bar, donde venían a tomar una copa, o a jugar a las cartas. A veces faltaba uno para el truco y yo tenía que completarlo hasta que venía el cuarto jugador.

 

-¿Cómo era Bosques en esos tiempos?

 

-Bosques era un paraíso… Había hasta un monte de duraznos, quintas de verduras… mi papá llevó en su camioncito a varias mujeres al médico o a tener familia… Era el medio de movilidad del barrio. El y mi tío fueron muy buenas personas. Ellos y otros vecinos se empezaron a reunir y fundaron la Escuela 18, la Escuela 17, el Destacamento Policial… También, el club Deportivo Bosques tenía un terreno que se donó, y en ese espacio se hizo la Iglesia, a la que después llegó el Padre Gino Cardenal. Además, mi papá había estudiado dibujo. Me lo imagino dibujando con un candil, ni siquiera con una vela, allá por el 1925. Todavía tenemos muchos de esos dibujos, y cuando yo estaba en tercer grado, hizo un cuadro de San Martín que llevé a la Escuela… No sé si todavía estará allí. No volví a entrar al colegio.

 

-¿A qué escuela fue?

 

-A la Escuela 11. Veníamos con mi hermano en el tren, con un abono, los dos solos. La sala de espera de mujeres de la Estación Bosques tenía flores, que habían puesto los japoneses. Mis compañeros eran Atilio Cascardo, Carlitos Calvi, José Oscar González, los Luisi… Justamente, uno de los Luisi se escapó una vez, cuando tenían que darnos una vacuna. Y no se la dio. Una maestra que recuerdo es la de tercer grado, Raquel Brichetti, que era de La Plata, y nos contaba que su esposo viajaba embarcado a la Antártida… Ella nos enseñó que si queríamos hacer fuerza para algo había que centrarla, y no dispersarla… Otra maestra fue la señorita Cameriere…

 

-¿Cómo nació su carrera en el fútbol?

 

-Veníamos a jugar a la pelota en tren, al centro de Varela. Un día, cuando tenía unos 12 años, saliendo por el paso subterráneo hacia la calle Belgrano, con los botines atados entre sí, uno adelante y otro atrás, porque en esa época no había bolso ni mochila, se me acercó un Chevrolet 36 y el hombre que manejaba me dijo: «pibe, jugás al fútbol… ¿Querés venir a jugar para mí?» Me nombró a chicos que jugaban conmigo, me dijo que tenía que hablar con mis padres… Le dije que sí… Era el «Gordo» Díaz… Y arranqué con él.

 

-El «Gordo» Díaz fue el primer «representante» de jugadores en Varela…

 

-Sí. Empecé a jugar en la cancha de Santa Rosa, frente al Instituto Biológico. En la cancha de Estrada , de Adrogué, los campeonatos Evita… El equipo se llamaba Arsenal, pero lo obligaron a ponerle «Arsenal de Perón», cuando salimos campeones. Y después fue Arsenal de Lavallol… Más tarde, a los 19 años, fui con cuatro chicos a préstamo a River. De los cuatro quedamos dos. Fui para jugar en cuarta, pero me cambiaba en el vestuario de Primera… Por eso tuve trato con Amadeo Carrizo, Domingo Pérez, Pepillo, Delem, Roberto, y muchos otros.

 

 

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