EDITORIAL

No tan buenos



Editorial » 01/09/2014

Hace pocos días, la Presidente de la Nación recordó una conocida frase del General Perón, que decía que «los hombres son buenos, pero si se los controla, son mejores».

Sin embargo, uno de los signos distintivos del kirchnerismo es haber desarmado alevosamente todos los organismos de control de su gestión, inmovilizándolos o colocando al frente de ellos a gente de su «tropa».

Como excepción, solo queda la Auditoría General de la Nación, al frente de Leandro Despouy, al que también se intentó apartar de su cargo mediante todo tipo de artilugios y presiones, sin conseguirlo.

La AGN es, por eso, uno de los pocos ámbitos no corrompidos de control del Estado. Pero sus informes son reportados al Congreso Nacional, donde lamentablemente, terminan ninguneados y cajoneados por la mayoría oficialista. Así ocurrió con los certeros reportes sobre la falta de mantenimiento y de seguridad en el servicio ferroviario elaborados durante 2000 y 2012, que de haber sido tenidos en cuenta, tal vez hubieran evitado la Tragedia de Once. La complicidad y la negligencia de funcionarios y empresarios subsidiados por el erario público y la total falta de controles fueron señalados por la AGN durante los doce años previos al recordado accidente en el que perdieron su vida 52 personas, sin que nadie tomara en cuenta ese grito de alerta.

En un acto desarrollado el año pasado, el propio Premio Nobel de la Paz, Adolfo Pérez Esquivel, alguien que debería estar sentado a la mesa de las grandes decisiones en un «gobierno progresista» como se jacta de serlo el de Cristina Kirchner, pidió a los legisladores que tomen en cuenta las advertencias de la AGN.

Junto a la Tragedia de Once, la valija de Antonini Wilson, la bolsa de Felisa Miceli, la mafia de los medicamentos, el caso Ciccone y los «Sueños Compartidos» se suman como penosos eslabones en una cadena de hechos de corrupción que atraviesa todo el período de la gestión K en el gobierno.

Ahora, la AGN puso la lupa en los planes nacionales de construcción de viviendas, un tema que toca muy de cerca a Florencio Varela, el distrito con mayor demanda habitacional del conurbano, donde por razones nunca aclaradas, más de 1500 casas terminadas fueron abandonadas sin entregarse a sus adjudicatarios.

Construcciones precarias con materiales de baja calidad, paredes carcomidas por la humedad y barrios levantados sin infraestructura sanitaria, educacional ni recreativa alguna, entre calles de barro y zanjas contaminadas, constituyen motivos suficientes para que los culpables de tamaño desmadre empiecen por fin, no solamente a ser «controlados», sino a ser sancionados por su evidente responsabilidad por hundir en la indignidad a aquellos a quienes descaradamente se anuncia proteger.


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