EDITORIAL

Festejar la pobreza



Editorial » 01/11/2014

El Gobernador de la Provincia de Buenos Aires, Daniel Scioli, y el Intendente Julio Pereyra, festejaron –así lo dice la respectiva gacetilla oficial- en nuestra ciudad los 20 años del Plan «Más Vida» en el distrito.
El programa, consiste en la periódica entrega de leche para niños y embarazadas y de una tarjeta para comprar alimentos a los vecinos más necesitados.
La información oficial explica que el «Más Vida» se creó «para mejorar las condiciones de nutrición, crecimiento y desarrollo de la población materno-infantil, fortaleciendo las capacidades de las familias y consolidando redes comunitarias que ayuden a la promoción de derechos, la seguridad alimentaria, el cuidado de la salud y la inclusión educativa».
Es llamativa la ligereza que tiene el relato K para hablar de derechos e inclusiones, mientras se estimula todo tipo de asistencialismo, generando la vulneración del derecho al trabajo, y la total dependencia del Estado, al excluirse del mercado laboral a miles de personas.
Del mismo modo, ya se da por hecho que miles de chicos del Conurbano tengan que ir a comer a los colegios. Se habla de «comedores escolares» como si fuera imposible imaginarse a la gente comiendo toda junta y en su casa, con los medios que el padre y la madre deberían conseguir a través de su esfuerzo, para ganarse su sustento y mantener a sus hijos.
En Florencio Varela, además, funcionan varios «comedores comunitarios», donde a través del esfuerzo de mucha gente, los más desvalidos encuentran algo para comer.
Y también acá, miles de personas saludables y en perfectas condiciones para hacer algo útil con su vida y las de los demás, acuden cada mes a cobrar distintas «asignaciones» que pagamos entre todos.
Sin embargo, un tornero varelense discapacitado tuvo que fabricarse su propia pierna ortopédica, cansado de reclamársela al Estado durante cinco años. Pero a ningún funcionario de estos que tanto aman la «inclusión» se le ocurrió ofrecerle abrir un taller para que fabrique prótesis en serie para cientos que siguen esperando que se acuerden de ellos.
Nada es casualidad. Manteniendo un «modelo» de bajo vuelo, que les garantiza tener un electorado cautivo, nuestros dirigentes ya ni siquiera se plantean la creación de fuentes de trabajo genuino, sino que han institucionalizado la ayuda a cambio de ninguna contraprestación. Y en el colmo de la mediocridad, admitiendo tácitamente el fracaso de sus políticas, hasta son capaces de «festejar» dos décadas de pobreza.
Es el gran desafío que espera al próximo Presidente de la Nación: tratar de recuperar la cultura del trabajo para millones de personas que no vieron trabajar ni a su padre ni a su abuelo, y que creen que el Gobierno tiene que proveerles todo lo que ellos necesitan para vivir.
Claro que no va a ser fácil hacerlo: hace rato que nuestros políticos descubrieron que la mejor manera de ganar Elecciones es aprovechándose de las necesidades de la gente.


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