HISTORIAS DE VARELA

Recuerdos de “Aranjuez”…



Historias de Mi Ciudad » 01/12/2016

Por Alejandro César Suárez

 

Entre 1982 y 1993, en Mitre entre Monteagudo y España de Florencio
Varela, funcionó “Aranjuez”. Irrepetible sitio de encuentro de amigos
y parejas, muchas de ellas formadas entre sus paredes, en la recordada
cafetería transcurrieron eternas veladas y se entrelazaron historias
que simbolizaron una época. Enrique “Pluma” Bussolo, mentor de aquel
ícono de la movida del ayer, ya no está al frente de ningún boliche, y
desde hace 20 años, se dedica a repartir gas licuado para la empresa
Shell. Sin embargo, en su interior aún está encendida la llama que
hace posible el sueño de volver. “Pluma” dialogó con Mi Ciudad para
recordar esos días que también nos tuvieron como protagonistas.

-¿Cómo nació la idea de abrir “Aranjuez”?
-Yo estaba en Kanníbal como socio de Quique Romero, con un porcentaje.
Un día nos cayó la DGI… La cosa no vino bien, y decidí abrirme. Como
siempre me gustó tener un boliche vi que en Varela faltaba poner algo
lindo, bien puesto, y decidí armar Aranjuez.
-¿Con quiénes empezaste?
-Empezamos los tres hermanos. Ernesto, Víctor y yo. Fue en 1982. Lo
estábamos armando en plena Guerra de las Malvinas. Íbamos a ponerle un
nombre inglés, pero como estaba la guerra, nos quedamos con Aranjuez,
que fue el nombre que eligió Víctor. Lo pusimos en Mitre porque se
habían hecho los nuevos locales ahí y me pareció un lugar cómodo,
donde se podía estacionar. Estaba la losa pelada y se hizo todo desde
cero. Armarlo llevó tiempo.
-Estaba diseñado con mucha madera, y una decoración muy cuidada. ¿Quién lo hizo?
-Lo hicimos todo nosotros, con un carpintero amigo. Las sillas, mesas
y sillones los compré en la avenida Belgrano, en Buenos Aires. La
vajilla también era de primera.
-¿Hubo una inauguración oficial?
-Sí. Inauguramos un miércoles, con una reunión para todos los
conocidos, y después arrancamos al otro día para todo el público.
-Con el tiempo se fueron tus hermanos…
-Sí. Primero se fue Víctor y después se fue Ernesto. Cuando quedé solo
empecé a abrir a las cinco de la tarde.
-¿Con cuanta gente funcionaba?
-Cuando arranqué había un vecino mío, Carlos, en la cocina, y el
hermano, Daniel, era el mozo. Después fue cambiando. Hubo mozas, como
Alejandra Correa. Después estuvo mi hermana Lili como socia mía por un
tiempo. Entre los mozos estuvieron Adrián Calvento y Raúl Britos. Raúl
fue uno de los mejores empleados que tuve. La gente que trabajó
conmigo fue muy buena.
-Imagino que te acordarás de muchos clientes…
-Muchísimos… Vos, el Topo Garlatti, Jaime Gomez, Alfonso Ruiz, Tato
Ferreres, Omar Bussolo, Virulana… Eramos una banda. Carlitos De la
Fuente, Maní Pebacini… Peto, que trabajó un tiempo conmigo… Aldo,
Walter Negrete, Mario March, Dante Gil, Carmen, la mujer de Tato,
muchas maestras, Anita Babuin, Alfredo Scrocchi y su mujer, Barbalán,
el Belga Piero, Horacio Genoud, el Negro Calegari, Fernando y Marcelo
Magaldi… Los Cazenave.
-Si hablamos de los Cazenave, es imposible no mencionar a Ramiro.
-Claro. Tuve cada kilombo con él, también… En una época lo eché…
Después vino Ezequiel, el hermano, a pedirme que lo perdonara. Le dije
que si se portaba bien que viniera. A mí me respetaban pero a veces si
no estaba la cosa se descontrolaba. Había algunos que cuando estaban
frescos eran unos tipazos, pero cuando estaban tomados eran
tremendos… Después venían y te pedían disculpas… Siempre me encuentro
con gente que lo extraña. Se había hecho un lugar muy familiar.
Eran todos pibes sanos, que crecieron ahí. Yo entraba al negocio,
había 100 personas y los conocía a todos… La hija de uno, el hijo del
otro…Al final ya no. Entraba y no conocía a nadie.
-Además de ser un lugar para tomar algo “Aranjuez” presentó
espectáculos y organizó concursos y bailes…
-Sí. Trajimos a Guillermito Fernández, Jorge Corona, el “Profesor
Lambetain” y muchos no tan conocidos. Además, con Meco Caferatta los
domingos hacíamos carreras de ingenio en bicicleta, Participaban todos
los chicos que paraban ahí… Unas 50 bicicletas. También hicimos varios
bailes de disfraces y desfiles de modas con Gabriel Martell.
-Hablando de bailes de disfraces, una vez alguien apareció en un
ataúd, cargado por los amigos…
-Sí. Creo que ese fue el Ganso Verde, Alberto, que tenía una rotisería
en la avenida Vázquez.
-Hubo distintas épocas, al principio era un lugar más chico, después se agrandó.
-Empecé con un local, seguí con dos. Después se cerró uno y puse una
pañalera, y más tarde, cerré la pañalera y agrandé Aranjuez… Ahí
pusimos el pool, metegol, las maquinitas.
-Y el pac man…
-Sí. El pac man fue furor. Me acuerdo que Ramón Maggiora y la señora
venían y compraban las fichas de a cien.
-Y hay algo que ya se puede contar porque “prescribió”. También se jugaba…
-Venía la gente del juego, todas las noches. Por ahí en un día que no
habías trabajado nada venían los banqueros y te salvaban la noche…
-Hubo un tiempo en que apareció Pichuqui Mendizábal, con unas
maquinitas de carreras de caballos…
-Sí. Duró solo un mes y Giannettasio lo mandó a sacar. En esas
maquinitas estaba también Raúl Bernao.
-¿Cuántas horas por día te pasabas ahí?
-Y, llegué a estar 20 horas por día.
-En un momento “Aranjuez” debe haber sido un gran negocio.
-Sí, pero al final ya no, cuando se empezó a mezclar el ambiente…
Había que controlar mucho algunas cosas contra las que no se podía
pelear…
-Recuerdo que tenías detrás del mostrador una libreta donde se anotaba
a los deudores, y que una vez esa libreta desapareció. ¿Se supo quién
se la llevó?
-Sí… Yo me imaginé quién había sido, porque era uno que debía mucho.
Lo encaré, me lo reconoció, pidió disculpas y la devolvió. Eso sí,
cuando cerré quedó otra libreta. Creo que con esa hubiera pagado la
llave del negocio.
-¿Recordás alguna anécdota?
-Muchas. Recuerdo a Nito, que venía siempre, pedía un paty completo,
un “medio” y tres fichas para jugar al pool… Se quedaba todo el día. A
veces teníamos que llevarlo a la casa. Y al Gallego Gerardo… Que
siempre se quejaba. Tenía una pizzería, y cuando la cerraba venía a mi
negocio. Todos los días tenía un problema: que la Coca no tenía gas,
que el whisky no era Old Smuggler… Que le había servido poco… Hasta
que un día me sacó y le tiré una trompada de la que siempre se
acuerda, porque dijo que si lo agarraba le sacaba la cabeza… También
me acuerdo de Marcelo Montes, que jugaba al ajedrez de espaldas y le
ganaba… Y siempre hacía el desafío sin mirar el tablero.
-Hablando de problemas, contanos alguno…
-Una vez un muchacho conocido estaba con su mujer en el baño y la
quería matar. Me metí, lo calmé, y la llevé a ella con mi auto a la
casa. Serían las dos de la mañana… Después, cuando cerré, a eso de las
seis de la mañana, veo que pasan por la esquina losdos abrazaditos…
-Algo que no todos saben es que “Aranjuez” te dio un hijo, Alejandro…
-Sí. Yo lo conocí cuando tenía 8 años y venía con la hermana a vender
al negocio. Yo abría a las cinco de la tarde y le daba un café con
leche con un sándwich. Una noche, yo estaba comiendo a la vuelta, en
“El viejo Correo”, el restaurante que tenía Andrés Bracuto, y me lo
encontré ahí a las doce de la noche. Le pregunté ¿Qué hacés acá a esta
hora? Y me dijo que se había quedado con unos chicos en la Estación…
Le dije, bueno, mañana cuando vayas a Aranjuez vamos a hablar. Y al
otro día me contó que la madre le exigía que le llevara dos pesos por
día, y sino, le pegaba. Así que le dije, vení todos los días, te tomás
el café con leche, comés el sándwich y yo te voy a dejar dos pesos, a
cambio de algún mandadito que tenés que hacer. Si estoy yo, te llevo a
tu casa, y si no te vas en colectivo. Después le compré ropa, le puse
una chica para que le enseñe a estudiar, porque no sabía leer… Una de
las chicas que le enseñó fue Marcela Márquez, la esposa de Ruben
Negro. Lo empecé a llevar a mi casa, a bañarse, a comer… Se empezó a
quedar. Hablamos con los padres y nos dijeron que no tenían problemas
si se quedaba con nosotros, que ellos no podían darle nada… Lo
mandamos al colegio, a la Escuela 23, que estaba cerca de casa. Me
acuerdo como si fuera hoy viéndolo correr con la mochila y el
delantal… Con el tiempo nos dieron la tenencia, y ahora está muy cerca
de ponerse mi apellido. Yo hijos no tenía, lo buscamos y no lo
podíamos tener… Y Dios nos mandó a este chico, y ahí está. Esa es una
de las cosas más lindas que me dio el negocio.
-¿Volverías a poner un “Aranjuez”?
-Si pudiera el día de mañana pondría algo chiquito para volver a
juntar a toda la gente conocida. Volvería… Para recordar viejos
tiempos y juntar a los pocos que quedamos, para tomar un café y
charlar. Si encontrara un lugar lindo lo pondría.

 

 

(Revista Extraordinaria de Mi Ciudad, diciembre de 2016)


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