ENTREVISTA

Omar Abrahan



Entrevistas » 01/01/2017

Omar Abrahan nació en Villa Ocampo, provincia de Santa Fe, el 29 de octubre de 1937, y tuvo ocho hermanos. Famoso por ser el coordinador de los asadores del Instituto Santa Lucía en cada uno de sus almuerzos multitudinarios, este querido vecino tuvo mucho que ver con el progreso de diversas instituciones varelenses, como la Escuela 15 de Villa del Plata, el Colegio Jesús María, la Escuela 51 y el club Jorge Newbery, además, claro, del propio «Santa», donde trabajó palmo a palmo junto a su fundador, Tino Rodríguez, Elvira Bodega, Mario Mónaco y tantos otros grandes de ayer y de siempre. Hoy integrando la Comisión de familiares de caídos en la Guerra de Malvinas, por haber perdido a su primer hijo –también llamado Omar- en el conflicto de 1982, Omar sigue mirando a la vida con agradecimiento y optimismo. Casado con «Blanca» Macuglia desde hace más de medio siglo, reafirmó sus votos matrimoniales nada menos que en Galilea, a pasos del Río Jordán. Feliz padre de Roberto, Katty y Leonardo –colaborador de Mi Ciudad y autor del libro «Diario de Malvinas»- y orgulloso abuelo de siete nietos, nos recibió en su casa de la calle Neuquén, para contarnos algo de su fructífera vida.

 

-Háblenos de su infancia y sus padres…

-Papá había venido de Siria escapando de los turcos a los 18 años y conoció a mi mamá en Santa Fe, se casó y tuvo ocho hijos. El tenía una hija allá. En Siria vivía en las montañas, cuidando ovejas. Lo primero que hizo fue salir a vender por las casas… Cuando uno llegaba iba a ver a un árabe, y el árabe tenía tienda, entonces te daba trabajo y te mandaba a vender telas por la calle. Después, tuvo su propio negocio. Y era de casi media cuadra. Entrabas por una puerta a la tienda, de la tienda pasabas a la ferretería, de la ferretería al almacén y del almacén al bar. Circulaban muchos sulkys y carros y teníamos un poste largo donde los clientes ataban los caballos. Lo gracioso era cuando los domingos venían las mujeres de la Colonia a misa, y los caballos seguían derecho a donde estaba el palo, y se quedaban ahí, acostumbrados a ir al negocio, donde iban los gringos y se quedaban a tomar. Las mujeres tenían que bajarse a comprar algo, para después seguir.

-¿Qué cosas aprendió de su padre?

-Me enseñó el respeto, la educación, la forma de vivir. Su único defecto era ser jugador.

-¿Y su madre?

-Mamá era ama de casa, recuerdo como se sentaba en el sillón y se hamacaba… Al negocio lo atendíamos entre todos. A mi papá le gustaba mucho la timba, jugaba al póker. Se iba a Reconquista, donde estaba el club Sirio Libanés, y ahí jugaba. Una vez hasta perdió el auto. Si no perdió la casa fue por mamá y por nosotros. Mamá nos unió mucho. Hasta hoy somos muy pegados todos los hermanos, de los que perdí a dos.

-¿Qué cocinaba?

-Cocinaba de todo, pero aprendió a cocinar comida árabe, el kepe … Y todos los días, antes del puchero, tenías que tomarte la sopa.

-Empezó temprano en esto de tener actividades comunitarias, ¿no?

-Sí. A los 13 años, era Presidente del Club Escolar de la Escuela 470 de Villa Ocampo. En el pueblo había tres instituciones, la Escuela 470, el Club Arno y otra escuelita que era un rancho. Cuando llegó Perón, ese colegio quedó nuevo, con tejas, y agua caliente, que nosotros ni conocíamos… Todos queríamos ir a esa escuela después.

-¿Hacía deportes?

-Muchos… Ganamos la Copa Evita, y ahí conocimos la pelota de cuero, sin tiento. Nosotros jugábamos al fútbol con la ubre de la vaca, inflada, o una pelota hecha con medias. Y jugábamos descalzos, porque si rompíamos las alpargatas, nos mataban… Desde el Gobierno nos mandaron de todo, pelotas, jabalinas, paletas, garrocha… Yo hacía de todo. Pero con la garrocha, una vez me caí y me pegué un golpe fuertísimo. Quedé una semana duro.

-¿Cómo conoció a su señora?

-La conocí en un baile… Lo que pasa es que tres Macuglia se casaron con tres Abrahan. La vi por primera vez en el casamiento de mi hermana. Después fuimos a bailar, y ahí empezó todo.

-Cuando dejó de trabajar en la tienda familiar, ¿a qué se dedicó?

-Primero hice mosaicos, y después, entré a la compañía Nobleza. Tenía que hacer clientes nuevos. El cigarrillo Colorado era el que más se vendía, y el Jockey Club no se conocía… Yo recorría varios negocios. Después, por una sugerencia de mi padre, me hice mayorista. Vendía quesos, harina, cerveza, vino… Compré un camión, repartíamos con un empleado… Íbamos de diez, hasta que vino Onganía, y cerraron todas las fábricas de la zona. Nos fundimos. Hubo que vender el auto, el camión… Y por suerte no quedamos debiendo nada. A través de un conocido, surgió la posibilidad de venir a trabajar a Terrabusi. Ahí fue cuando nos vinimos para Varela. Hace 50 años. Ya teníamos a Omarcito y a Roberto. Alquilamos un cuarto que lo dividíamos para los chicos, y yo me iba caminando hasta el Cruce para ir a trabajar, porque con lo que salía ir y volver en colectivo yo podía comprar un pan de manteca. Estuvimos como dos años viviendo en la miseria. Después salió este terreno a pagar en 30 años… Yo trabajaba en Terrabusi, y Blanca arreglaba ropa para afuera. De a poco salimos adelante. Después, lo difícil fue pagar la carrera militar de Omar… Era una carrera para gente de plata, no para los de abajo. Cuando Omarcito nos dijo que quería seguir la carrera militar no sabíamos de donde sacar la plata. Y Blanca dijo «yo voy a hacer tortas y pasteles». Y empezó. Con eso, le pagamos el estudio y hasta le compramos un Falcon. Empezamos comprando cuatro o cinco bolsitas de harina, y después las comprábamos de a diez… Yo salía a vender todos los sábados y domingos. Dejaba los pasteles en los negocios, y les decía a los dueños: «yo te los dejo, si no los vendés, me los llevo». Y cada vez se vendían más. Llegamos a tener 49 clientes y no dábamos abasto para más. Blanca se iba a dormir a las doce o una y a las cinco estaba trabajando otra vez…

-Usted participó en muchos colegios…

-Sí. El primero fue la Escuela 15, que era de madera. Ahí, en la cooperadora, junto a Mercado, el padre del presidente de la «6 de Junio», empecé a trabajar. E hicimos la escuela de material. Después, Omarcito pasó al Jesús María, y también trabajé ahí. Había cuatro aulas y dos tranvías, donde enseñaban química y dactilografía. La madre Teresa, que era la directora, me recibió bien cuando le dije que me interesaba entrar a la comisión de padres. Le dije que yo quería progresar… El que era presidente, que se llamaba Ballerini, me dejó la presidencia, vendimos los tranvías e hicimos el gimnasio, y también hicimos el secundario. Llegó un momento en que acá, en la galería de mi casa, había 20 monjas… Cuando le dije de hacer el tinglado, la Madre Teresa me dijo «esto es cosa de locos»… Y le dije, Madre, solo los locos hacen las cosas… Fuimos a ver a Sarracini, al Corralón Ferrari… Yo firmaba documentos…Y las cosas se hicieron. Construímos una pista en el medio del gimnasio y cuando las monjitas no estaban armábamos bailes para recaudar fondos…Hasta trajimos a Titanes en el Ring.

-También estuvo en la Asociación de Padres del Santa Lucía…

-Sí. Les comprábamos los materiales a Babuin, Coló… El parquet lo donó un polaco que tenía una carpintería. Tino no quería que me vaya nunca.

-¿Cómo era Tino?

- Tino fue un hermano para mí. Fue un tipo tan grande para Varela… Lástima esa visita a Videla. Aunque él fue porque lo llevaron. Pero es imposible pensar que él haya podido entregar a nadie. El tenía una forma de ser tipo militar, pero a los chicos los cuidaba, jamás los hubiera entregado. Era sincero y no tenía maldad.

-¿Tiene alguna anécdota con él?

-Una vez fuimos al campo de mi suegro a cazar… Y no cazamos nada. Casi matamos al perro… Solo le pegamos a una perdiz, que se cayó en la laguna, y nadie se metió para sacarla.

-¿Cuál fue su labor en el club Newbery?

-Vinieron a buscarme porque el club estaba fundido. Estuve dos años y se levantó… Argentino Domínguez nos donó unos terrenos. Y Balestrini nos donó los galpones, de los que utilizamos las estructuras. Fuimos a desarmar con los padres y uno se cayó desde seis metros… Menos mal que no se mató. Pero el club se reconstruyó. Hicimos los baños, la secretaría, las rejas, todo… Eso sí, hay una cláusula para el futuro: si el club algún día se disuelve todo pasa a propiedad de la Escuela 15.

-Y ahora integra el grupo de familiares de caídos en Malvinas…

-Con ellos tuve el honor de llevar a la Virgen de Luján por todo el país, lugar por lugar, donde había un familiar de un soldado muerto en Malvinas. Salimos de la Catedral de Buenos Aires y nos recibieron en Luján, las dos veces estuvo el hoy Papa, y entonces Cardenal Bergoglio.

-¿Cómo fue la muerte de su hijo?

-Lo mandaron a Esquel a formar un grupo de soldados para ir a Malvinas. Después lo enviaron a Puerto Deseado, ya que se decía que había submarinos ahí. Hoy se sabe que era cierto, que los submarinos habían llegado. Lo encontraron flotando en el mar una noche que se fue a dar una vuelta solo, y se negó a que lo acompañaran, Les dijo a los soldados que se quedaran a descansar. Nevaba, había medio metro de nieve. Nunca se supo qué le pasó. Vinieron sus soldados y nos contaron todo esto, y sabemos que es cierto porque también nos dijeron que él les había relatado que estaba ahí porque la madre había hecho tortas, que no éramos gente de plata…

-Tuvo oportunidad de conocer la tierra de sus padres hace poco… ¿Cómo fue?

-Sí… Fuimos a Siria. Me llamó el embajador y me preguntó si tenía la dirección de mis familiares, pero no la tenía. También me preguntó qué era de Leonardo, porque había leído su libro. Me pidió que lo llame cuando llegáramos, y nos hizo buscar con un auto. Nos llevaron al hotel, y nos dijo que al otro día íbamos a hablar para ver a mis parientes. Al otro día vino, el chofer nos llevó hasta donde salía el ómnibus, y fuimos hasta Homs, donde nos esperaba el cónsul. El cónsul nos llevó en una combi hasta la montaña. Había un grupo grande de gente… Y resulta que eran todos parientes míos. Y me dijeron que más arriba, vivía mi tía… Que tenía 103 años… No podía creerlo… Cuando la vi fui a abrazarla… Y me empujó. Allá no se puede tocar a las mujeres así nomás… Yo había llevado una foto donde estaban papá y sus hermanos, y se la mostré. Mis primas le explicaron quién era yo… Lloraba la tía, y besaba la foto… Ahí sí nos abrazamos, y me hablaba… Eso sí, no sé lo que me contó. Ni ellos la entendían, porque hablaba en un árabe más antiguo.

-¿Está contento con la vida?

-Dios nos sacó mucho, pero nos dio mucho… Esta mujer con la que estoy casado hace 55 años, hijos, nietos… Tuve muchos problemas pero salimos adelante.

-¿Qué le diría a Dios si lo tuviera enfrente?

-El sabrá por qué se llevó a mi hijo. Tal vez, para darme todo lo otro. Pero no hay una vida perfecta… Nosotros lo tenemos todo, pero nos falta él.


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