Según Wikipedia, el Síndrome de Estocolmo es «una reacción psicológica en la que la víctima de un secuestro, o retención en contra de su voluntad, desarrolla una relación de complicidad y un fuerte vínculo afectivo con su captor».
La definición bien podría utilizarse para intentar comprender qué les pasa a miles de varelenses que siguen votando a un sector político que los enterró en la pobreza durante más de 30 años.
Desde el retorno de la Democracia en 1983, Florencio Varela fue gobernado por distintas vertientes identificadas con el «peronismo», un movimiento tan pragmático como para ser liberal con Menem, dogmático con Duhalde y bolivariano con Cristina.
En estas tres décadas, nuestra ciudad sufrió con lamentable apatía las consecuencias de un perverso plan que enriqueció a los funcionarios y mantuvo en la marginalidad a la mayor parte de la población.
La migración sistemática de personas a las que se trajo a hacinarse sin los servicios más esenciales contó además, con la complicidad interesada de oscuros «opositores» que forman parte necesaria del sistema al que dicen combatir. También colaboraron para esta dramática realidad aquellos que se disfrazaron de «falsas opciones» en cada puja electoral. Y lo hicieron apareciendo como alternativa a esta administración, con el único fin de dividir los votos y beneficiar al oficialismo, al que, con la mayor desvergüenza posible, se sumaron abiertamente tiempo después.
Florencio Varela se transformó en un gigantesco bolsón de pobreza. Con calles destrozadas en pleno centro, y con los barrios llenos de calles de barro, sin cloacas, gas natural, y ni siquiera agua potable para miles de pobladores. Con gente sitiada en lugares a los que no tiene acceso ni una ambulancia ni un patrullero. Ni un recolector de basura, aunque el servicio es puntualmente cobrado por los socios del Poder. Un bolsón de pobreza que origina necesidades, que hacen a la gente dependiente de los que mandan. Y así, el «secuestrador», el que coloca a alguien en una situación denigrante, es el mismo que le «soluciona» sus necesidades. Con chapas, comida, dinero. Todo lo que haga falta para comprar sus votos. Pero dejándolos ahí abajo, muy metidos en la mugre y el abandono.
Las PASO demostraron que al otrora todopoderoso kirchnerismo, el que «iba por todo», ahora solo le quedan algunos distritos del Conurbano, entre ellos, Florencio Varela. El «síndrome» pegó muy fuerte por estas tierras. Pero casi toda enfermedad tiene una solución.
En octubre podemos empezar a cambiar la historia. Dependerá solo de nosotros. O nos despertamos como sociedad, o nos mantenemos en la desidia, permitiendo que los mismos que nos hundieron durante más de tres décadas sigan haciéndonos cada día más pobres.