Jorge Fernández



Entrevistas » 01/11/2020

Jorge Fernández tiene 80 años. Nació el 20 de septiembre de 1940 en San Gregorio, un pueblo muy chiquito de Santa Fe, donde «no había nada», según recuerda. Le debe su nombre a un caudillo radical de Santa Fe, que se llamaba Jorge Raúl Rodríguez, un concejal al que su padre admiraba. De jovencito, se mudó con su familia a Rosario, donde vivió hasta los 14 años, cuando llegó a Florencio Varela.
Está casado hace más de 55 años con Elvira «Chichi» Serrano, con quien tienen dos hijos, Ariel y Carina, y un nieto, Juan Cruz.
Aunque dice no ser periodista ni escritor, es ambas cosas, y de los buenos. Desde hace años publica en forma artesanal «La Revistita», y hasta elaboró un libro en fascículos donde recopiló interesantes historias locales. El amor por las letras claramente tuvo origen en Genaro, su padre. «Mi viejo tenía un diario llamado «Ideas». Era un periódico de pueblo, con cuatro noticias, muchas sociales y la política de aquella época. Ese diario todavía existe», cuenta en una amena charla –distancia social mediante por el COVID- en la Redacción de Mi Ciudad.

-¿Por qué se fueron de San Gregorio?
-Porque mi viejo entró a trabajar a una compañía de seguros y nos mudamos al corazón de Rosario, en Alberdi y Almafuerte. Y por eso me hice hincha de Central. Ahí estuve hasta los 14 años. Hice la Primaria en el Colegio Salesiano San José, en Roca y Salta. Y como después lo cambiaron de zona, fue a trabajar a Buenos Aires y nos vinimos a vivir a Varela, donde estaban mis tíos, hermanos de mi mamá, los Quintana, del mercado Quinca.
-¿Cómo era su mamá?
-No me alcanzaría una enciclopedia para escribir sobre ella. Se llamaba Rebeca, apenas sabía leer y escribir, trabajaba en casas de familia, y no tenía ninguna instrucción. Era una mujer muy alegre, criada en un hogar muy humilde. Se la pasaba cantando… Muy familiera. La recuerdo laburando siempre, en la cocina…
-¿Qué cantaba?
-Cosas españolas. Como una copla… «La Virgen del Pilar dice que ella quiere ser francesa, que quiere ser capitana de la flota aragonesa…». Eso cantaba siempre. Mis abuelos vinieron de España a fines del siglo 19, en una época en que toda la familia trabajaba en el campo para el hijo que iba a estudiar. En la familia trabajaban para mi tío, al que cuando vino la Guerra Civil lo mandaron a Argentina, y cayó en San Gregorio. El y un jefe de correo eran de los pocos que sabían leer y escribir, así que lo nombraron maestro de escuela. A mi abuela paterna, Nicolasa, a los quince años el jefe de la Estancia le dijo que se tenía que casar con el Jefe de Correo, y se casó. Como muchos inmigrantes no sabían leer, les leían las cartas que les mandaban de Europa y se las contestaban.
-¿Quiénes eran los dueños de Quinca?
-En Quinca estaban los hermanos de mi mamá: Josefa, -la Morocha-, Antonio, Hipólito, Esteban, y Francisca-Pancha-… Pusieron el primer negocio en La Recova, donde estaba la Chanchería de Schiantarelli, y ahora está el edificio de El Morenito. Yo viví ahí con mis tíos, porque vine un año antes que mis padres y mi hermana Mirta. Ellos llegaron en 1955 desde Rosario. La escuela de Rosario a la que iba era Industrial, una escuela de artesanos… Yo iba pero… «Hacía» que iba. Y un día no fui más.
-¿Quiénes fueron los primeros amigos que conoció en nuestra ciudad?
-El primero fue el Turco Moreno. Eduardo, que vivía al lado. Y como yo era habitué de Defensa y Justicia, ahí tenía dos grandes amigos, Nacho Cadabón y Tito Dellature, con los que jugábamos al básquet. Tito había venido de Pringles y trabajaba en el Taller de Adolfo, donde ahora está el estacionamiento del Bingo, y también estuvo la Herrería de Peleteiro. Y otros amigos eran Omar Herrera, que había venido de Corrientes, y Néstor González. Con Tito seguimos hablando periódicamente.
-¿Quiénes integraban ese equipo de básquet?
-El Flaco Devincenzi, Néstor González, Horacio Barosela, Pocholo Ganem, Omar Herrera, Cachito Calegari… Nos dirigía un profesor que se llamaba D´Amico. Jugábamos con El Fogón, con Claypole… En esa época el presidente de Defensa era Telésforo Muñoz. La sociedad estaba dividida entre la gente de Defensa y el Varela. Pero éramos todos amigos. Lo único era que los del Varela no iban a los bailes de Defensa, pero nosotros sí íbamos a los del Varela. Ese equipo, de cadetes, fue el único que jugó contra Varela Junior. En toda la historia, Defensa y Varela Junior solo jugaron dos veces. Y por una cuestión de barrio: ninguno de los presidentes quería perder. Para nosotros también jugaron Ruben Castelli y el Pato Castelaro, que después se fueron al Varela, cuando hicieron la cancha techada. Para ellos jugaba Julio «Machín» Mom, Lambardi, Chiche Casariego… Contaban que la primera vez que jugaron en la vieja sede de Varela Junior, en la calle Mitre, el partido no pudo terminar, porque se pelearon. Y la segunda vez fue en un campeonato en La Florida, el que jugamos nosotros. Salieron micros de acá, el club estaba lleno. Y otra vez el partido no terminó. Pero la pelea no fue entre nosotros, sino que se armó lío en las tribunas…
-¿Quién iba ganando?
-Eso no me lo acuerdo… Pero nosotros no le ganábamos a nadie, salvo cuando jugaba Rubén Castelli.
-Castelli era muy bueno… Jugó en Boca…
-Sí, y en el Real Madrid. Y el hermano, Carlitos, también jugó en Boca. Y un primo de ellos, el «Loco» Castelli, jugó de arquero en Los Andes. El padre tenía un taxi.

-Nombró a la muchachada de entonces pero… ¿Quiénes eran las chicas de la barra?
-Hermelinda Astudillo, Blanquita, que se casó con Caparé, Teresita, las chicas de Panazzi… La época de Defensa fue muy linda. La época de la juventud, los bailes, los amigos…
-¿Me cuenta alguna anécdota?
-Enriquito De la Fuente y Roberto Lanzilotta iban siempre al club a jugar al ajedrez. Los dos jugaban muy bien. A veces estaban jugando, y venían Tito y Néstor, se empezaban a pelear y se les tiraban a propósito encima del tablero… Y les tiraban todas las piezas… ¡Se agarraban una bronca…!
-Cuénteme otra.
-Cuando salieron los primeros televisores, habían puesto uno en la sede vieja, sobre Avenida San Martín. Ahí daban los partidos de fútbol. El televisor estaba a cuatro, cinco metros de altura y no se veía nada. Cuando se cortaba la luz salían todos corriendo a buscar a Don Ramón Suárez, a la Usina, a ver qué pasaba…
-Y debe tener más…
-Varias… Había un hombre muy inocente, quintero, habitué del Varela Junior, que se llamaba Panazzi y llegaba siempre en sulky, muy pulcro, siempre bien vestidito, con corbatita, demasiado inocente. Tenía dos hijas muy lindas. Y lo habían agarrado de punto… Una vez lo hicieron batir a duelo con palos de billar. Otra vez le pusieron pegamento en el candado del sulky. Y hasta le habían hecho creer que era Conde, por eso se lo conocía como «el Conde Panazzi». Una vez, esos vagos, entre los que estaba Quique Cibeira, hijo de un concejal, le armaron una carta donde lo postulaban para Intendente… Le dijeron que tenía que ir a todos los comercios para juntar adhesiones, y se los recorrió todos. Después le hicieron un discurso para que lo lea en la Plaza, frente a la Municipalidad, y armaron todo para el acto, con una tarimita. Salieron del club Varela, unos veinte o treinta, y lo pusieron a hablar… El discurso decía que él iba a techar la plaza para que en las fiestas patrias, que siempre llovía, los chicos no se mojaran… Desde adentro los vio el Intendente, Don Luis Calegari, que llamó al Comisario Goyena. Goyena vino, les dio un sermón a todos y los echó de la plaza…
-Era una época muy diferente…
-Sí, yo siempre digo que no fue ni mejor ni peor, fue distinta. Julián Baigorri, siendo intendente, iba todas las mañanas a comprar el pan a la panadería San Juan, antes de entrar a la Municipalidad. Vivía enfrente de casa y era muy amigo de mi viejo. Y Luis Calegari, cuando dejó de ser Intendente, fue a trabajar a la balanza de Di Lenarda, que estaba en la Estación Monteverde… ¡Terminó el mandato y fue a trabajar de balancero! Le preguntaban ¿Usted no era Intendente? «Si, pero ahora soy balancero», contestaba. López, que era concejal por la UCRI; renunció a su banca porque no estaba de acuerdo con que los concejales cobraran una dieta. Y Fonrouge… Era un personaje. Si hablamos de los hitos de Varela, tenemos que mencionar a David «Poroto» Cetra, la Fiesta de la Flor, el Caso Penjerek, y a Fonrouge. A Fonrouge lo conocía todo Varela. Ibas a un baile y te lo encontrabas. O lo veías en la plaza, y hasta se ponía a jugar al fútbol en cualquier lugar, aunque estuviera vestido con traje.
-¿Cómo conoció a su esposa?
-Cuando tenía quince años, en primavera, en la casa de un amigo, Nacho Cadabón, que tenía una tiendita frente a su casa. Me invitó a un picnic al que no fui, porque se suspendió. Ella me había vendido la «entrada», que en realidad era para pagar el micro que se alquilaba. Pero yo me fui a Córdoba y volví para fin de año, y dio la casualidad que ella entró de nuevo, a los cinco minutos. Y ahí… Empezamos a «embromar» y terminamos casados a los tres años. Nos fuimos a vivir a Río Ceballos.
-Y después empezó a viajar…
-Entré a trabajar en la misma compañía de seguros que trabajó mi viejo, La Equitativa del Plata, y estaba quince días en Cördoba, en Río Ceballos, y quince días acá… Después otra compañía de seguros me ofreció un trabajo en Santa Cruz, con mucha diferencia de dinero. Era una subsidiaria de YPF. Si no hubiera sido por eso yo jamás me hubiese ido de Córdoba. Pero no la llevé a ella, por el clima. Conocí todos los pozos petroleros del país… También vivimos en Luján de Cuyo, donde estaba la destilería. Y estuve en Las Heras, cuando explotó un pozo de petróleo. Después, los chicos empezaron a ir a la escuela acá, a hacerse sus amigos… Y cuando quisimos irnos de nuevo ya era muy tarde. Ya no los arrancabas más de acá… Yo digo que soy de varias partes: de Córdoba, de Rosario y de Varela.
-¿Cómo nació «La Revistita»?
-Carlitos Da Costa, que era locutor de la Municipalidad, un día me dijo «¿por qué no hacés una revistita? Y así nació… Yo no soy periodista ni escritor, soy un tipo común que escribe…Y si tengo que decir por qué la hago en forma artesanal, es porque cuando iba a la escuela, en los recreos iba al taller de imprenta. Por ir al taller los curas te daban naranjas o alguna cosa extra. En ese taller hacían todo manualmente, y yo aprendí a hacerla así. Siempre le escribí a mi señora… Escribía y tiraba todo. Aunque ella conservó las cartas mucho tiempo. Una vez mi nuera me dijo que empezara a guardar las cosas para mi nieto. Y empecé a no tirar lo que escribía… Digamos que aprendí a escribir, escribiendo.
-Volvamos a sus padres. ¿Qué le enseñaron?
-De mi madre, aprendí su alegría y su humildad. Mi viejo fue un tipo muy inteligente. Ella también, pero no lo expresaba. Mi viejo, con 19 años quedó a cargo de todos sus hermanos y ayudó a toda la familia. Él me enseñó a ayudar a los demás. También era algo autoritario. Como tuvo a todos los hermanos bajo su paraguas, quiso hacer lo mismo conmigo, lo que a mí no me gustaba nada. De eso aprendí a darles a mis hijos la libertad de ser ellos. Traté de que tengan la mejor educación, pero que no dependan de mí. Aprendí también a tener una buena familia. Eso viene de cuna. Tus hijos van a ser lo que fuiste vos, tus viejos y tus abuelos.
-¿Qué nos puede decir sobre Chichi?
-Mi esposa es una persona increíble… Me divierto mucho con ella. Somos muy compañeros, siempre lo fuimos. Ella se ríe siempre. Hemos tenido como todo matrimonio, altos y bajos, pero siempre hablamos las cosas y nos llevamos bien. Es el amor, el aire que respiro, los ojos por donde miro la vida, una carta de amor que todos los días escribimos juntos.
-Se lo nota feliz…
-¿Qué más le puedo pedir a la vida? Tengo 80 años y tengo una familia…
-¿Qué le diría a Dios si lo tuviera enfrente?
-Dios está en mi corazón. Vive en mi corazón., así que todos los días hablo con Él. ¿Qué le puedo pedir? Salud… Lo que le pido es para mis hijos, que los proteja de toda la maldad que hay.


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