Dos Caras



Editorial » 01/12/2020

Un padre ve impedida su entrada a Córdoba, donde viajó a ver a su hija, enferma terminal, que finalmente fallece y de la que nunca podrá despedirse, porque el gobierno cordobés le niega el paso debido a ser «sospechoso» de COVID, aunque el último test le haya dado negativo. Un joven muere ahogado al tratar de cruzar un río a nado porque el todopoderoso gobernador de Formosa, al que Alberto Fernández venera y exalta, cerró la «frontera» de su provincia. Un hombre carga a su hija enferma de cáncer durante varios kilómetros porque el máximo mandatario de Santiago del Estero no permite que ingrese en auto a su territorio. Mientras tanto, el Presidente de la Nación, principal responsable de la «cuarentena eterna» se muestra en múltiples actos sin distancia social y sin barbijo, compartiendo opíparas comilonas con los Moyano, con Evo y con quien le venga en gana, y hasta se alienta a las masas a salir a manifestarse en un incalificable «Día del Militante» donde la «espontánea» concurrencia volvió a ser arriada a través de los micros de siempre sin que nadie desde la prensa oficialista los acusara de «terraplanistas».
Al mismo tiempo, se ahoga a los comerciantes y a los contribuyentes todos exigiéndoles el pago de voraces impuestos, mientras que los millonarios que están en el gobierno o que son parte de su claque aplaudidora reciben los beneficios de «pertenecer» y ostentan sus privilegios en forma escandalosa. Ahí están como ejemplo el empresario kirchnerista Cristóbal López, quien dejó de pagar al Estado más de 10 mil millones de pesos, y el diputado sin otro trabajo conocido Máximo Kirchner, a quienes la AFIP les da la posibilidad de «ponerse al día» en condiciones irrisorias. El hijo de Cristina gozará de un plan que envidiaría cualquiera de las tantas PYMES que se fundieron gracias a las políticas de los «científicos» que nos gobiernan: podrá saldar su deuda de 2 millones de pesos nada menos que en 96 cuotas. Paradojas al margen: los que hablan contra los ricos son aún más ricos que ellos. Y mucho más avaros.
Mientras el kirchnerismo impone el relato del «impuesto a la riqueza», en solo un año se crearon o subieron 14 impuestos en el país. Y los que tiraban piedras por el cambio de la fórmula de aumento a los jubilados, ahora callan, cuando se los estafa con un mecanismo peor.
Son las postales de una Argentina hipócrita, donde el Presidente se parece cada vez más a Dos Caras, ese villano de Ciudad Gótica que un día dice una cosa y después, otra distinta, y que encima se da el lujo de mandar al psicólogo a un periodista que le pregunta por la inseguridad, cuando el que necesitaría una terapia urgente es él, que hasta no hace mucho tiempo calificaba como «cínicamente delirante» y «psicópata» a su hoy Vicepresidenta.


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