Lo que esta en juego



Editorial » 01/07/2021

El Presidente está enojado. Grita y ataca a la oposición. Pero la oposición no gobierna. El que gobierna es él, o Cristina. «Prefiero un 10 por ciento más de pobres que 100.000 muertos», dijo en su momento. Y lamentablemente ambos pronósticos parecen estar cerca de cumplirse.
«Les pido que no hagan política con la Pandemia», había dicho la vicepresidenta, en una de sus pocas declaraciones públicas en los últimos tiempos, y a las tres horas Alberto Fernández apareció en Ezeiza, con un chaleco fosforescente, recibiendo un cargamento de vacunas.
Claro que, ya en «modo Elecciones», el primer mandatario también encabezó un «acto de homenaje» a las víctimas, hablando de «unidad», cinematográficamente filmado y guionado, y conducido por una actriz del «palo», bien remunerada por su «solidaridad». Un acto por lo menos extemporáneo, teniendo en cuenta que la Pandemia está lejos de haber terminado. Y sobre todo, considerando el deplorable manejo de la emergencia por parte del Gobierno, la dramática falta de las segundas dosis de la Sputnik V y por supuesto, los «vacunatorios VIP», a uno de cuyos responsables, Ginés González García, se lo vio disfrutando de un buen vino en las calles de Madrid.
Pero las incongruencias parecen ser una marca registrada de esta gestión, tan llena de relatos que se chocan con las realidades, y plena de impulsores y defensores de la «Salud Pública» y de la «Educación Pública» que invariablemente van a atenderse a los mejores sanatorios privados y mandan a sus hijos a los colegios más costosos.
Con la pobreza alcanzando números escandalosos, la economía en bancarrota y el país descendido en el crédito mundial, la bonanza prometida en la campaña y la «vuelta del asado» quedaron limitados a una anécdota tragicómica. Al mismo tiempo, la alineación con las dictaduras de Venezuela y Nicaragua, el servilismo hacia los regímenes de Rusia y China y la vista gorda al terrorismo de Hamas hicieron que otra de las históricas banderas del oficialismo, la de la supuesta defensa de los Derechos Humanos, se deshilachara hasta los jirones.
Así estamos. Con un presidente aturdido por circunstancias que lo desbordan, desautorizado y desapoderado a cada paso por su propia vicepresidenta, que en apenas dos años, coleccionó un récord de reclamos desde países a los que ofendió, y cuyas últimas consideraciones sobre la selva, los indios, los barcos y los afroamericanos, fueron el hazmerreír de historiadores y antropólogos de todo el planeta. Con un Gobierno que no encuentra el rumbo, y sólo se muestra obsesivamente enfocado en dos objetivos: colonizar la Justicia para garantizar la impunidad de varios de sus integrantes y por supuesto, ganar las Elecciones. Con un gran problema, desde luego: si no obtiene lo último, nunca podrá conseguir lo primero.
Por eso, seguramente nunca desde la vuelta de la Democracia unas Elecciones de medio término tendrán tanta importancia como las de este año.
Lo que estará en juego no es una cantidad más o menos de bancas en el Congreso, sino nuestras libertades más esenciales.


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