Corrupción o justicia



Editorial » 01/10/2022

La inminente resolución del juicio por Vialidad, sumada a la catastrófica gestión de Alberto, Cristina y Massa, están haciendo que el sector gobernante reaccione como un animal acorralado, intimidante y peligroso, sin importar los daños que pueda causar...

El kirchnerismo está en estado de desesperación. La inminente resolución del juicio por Vialidad, sumada a la catastrófica gestión de Alberto, Cristina y Massa, más la contundente debacle en todas las encuestas con vistas a las Elecciones de 2023, están haciendo que el sector gobernante reaccione como un animal acorralado, intimidante y peligroso, sin importar los daños que pueda causar, al sentir que ya nada tiene por perder.
Y lo hace lanzando desde todos sus puestos de batalla –llámese legisladores, funcionarios o seudoperiodistas militantes- amenazas de todo tipo contra los fiscales y jueces que tienen en sus manos la resolución de un proceso penal que puso a la vicepresidenta de la Nación contra las cuerdas, llenando espacios con grititos histéricos, alharacas y palabras vacías pero sin poder explicar cómo fue que un simple empleado de Banco se transformó en megamillonario por su relación con ella y su marido, luego de recibir obra pública y privilegios mientras alquilaba los hoteles de la familia presidencial para dejar sus habitaciones vacías.
Sin utilizar ninguna metáfora, la abogada exitosa que nunca presentó un escrito como tal dice que el atentado que le tocó sufrir y sus acusaciones en la Justicia están relacionados, y uno de sus senadores estrella, José Mayans, afirma sin vergüenza alguna que «hay que parar el juicio» contra su jefa. Todo ello en un marco en el que hace algunas semanas se violaron las declaraciones juradas y se hackearon los teléfonos de los jueces que tienen a cargo la causa. Y en el mismo país donde el último Fiscal que acusó a la Vicepresidenta terminó asesinado.
Dicen ser «perseguidos» porque son «nacionales y populares». Y hasta tratan de internacionalizar la pretendida «persecución» comparándola con otros países de Latinoamérica. Pero nadie persiguió a los izquierdistas Bachelet en Chile o a Pepe Mujica en Uruguay. Porque no se enriquecieron mágicamente del día a la noche.
Pedir que la Justicia avance es «un discurso de odio». También lo es cuestionar a Cristina o las políticas nefastas del Gobierno. La idea se repite sistemáticamente como un mantra desde el desdibujado Alberto Fernández hacia abajo, llegando a cada troll que cumple su función en las redes. Por contraposición, el kirchnerismo es Paz y Amor. Ese mismo kirchnerismo desde donde se escucharon propuestas tan dulces como probar una pistola Taser en la pequeña hija de Macri, colgar al ex presidente en Plaza de Mayo, incendiar la Corte Suprema o arrollar a opositores con un camión en la 9 de Julio. Y desde el que se alentó a niños a escupir imágenes de periodistas.
Mientras Cristina insiste en desviar la agenda política hacia la búsqueda de su impunidad, Alberto y sus funcionarios se ocupan de que no falten figuritas del Mundial y los muchachos de La Cámpora amenazan con «el kilombo» que se «va a armar» si tocan a su líder, el país que todos ellos están gobernando se hunde cada vez más, agobiado por las desventuras de un Gobierno que en sus primeros 1000 días de gestión llevó la inflación al 221 por ciento.
Si Cristina es inocente, que lo demuestre en los tribunales. A los que soñaban con «ir por todo», callar al periodismo independiente y quedarse con la «suma del poder público» se les terminó el tiempo. No es cuestión de odios y de amores, sino de corrupción o justicia.


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