Alicia Villar, la profesora de todos



Educación » 04/02/2023

El 17 de enero, a los 95 años, dejó de existir la profesora Alicia Villar, viuda de De Muro.

El 17 de enero, a los 95 años, dejó de existir la profesora Alicia Villar, viuda de De Muro. Su deceso causó gran conmoción en la comunidad local, donde varias generaciones de vecinos fueron sus alumnos a lo largo de su extensa trayectoria, que comenzó a una edad muy temprana y abarcó diversos establecimientos educativos. Las redes sociales fueron fiel reflejo de lo que significó para todos aquellos que la tuvieron al frente de una cátedra. En el Facebook de Mi Ciudad, donde dimos la triste noticia de su fallecimiento, cientos de comentarios la recordaron resaltando su severidad pero también su profesionalismo y generosidad. En tiempos en que todavía no contábamos con una versión digital, octubre de 2005, publicamos en nuestra edición de papel un reportaje en el que muy amenamente, nos contó gran parte de sus recuerdos. Hoy lo reproducimos, como homenaje a su memoria y para que todos los varelenses puedan disfrutar de este valioso testimonio:
Con más de cincuenta años como docente en Florencio Varela, resulta difícil creer que haya alguien, en esta ciudad, que no conozca a la Dra. Alicia Villar. Hija de Anastasio Villar y Carmen Moro, hermana de Jorge Villar, e integrante del plantel fundador del Instituto Santa Lucía, ex Rectora del viejo «Comercial», y actualmente profesora en la EEM Nº 1 Dr. Silvio Dessy, esta querida y brillante profesional varelense también desempeñó tareas en el Instituto Nuestra Señora del Sagrado Corazón, el Instituto William Morris y la Escuela Agropecuaria, además de estar al frente, por décadas, de un prestigioso laboratorio de análisis clínicos que llevó adelante con su inolvidable esposo, el Dr. Ernesto De Muro.
Una tarde de setiembre ppdo, la invitamos a la Redacción de Mi Ciudad para que nos cuente algo de su vida.
-¿Qué recuerda de su infancia?
-Que me gustaba mucho estudiar. Vivíamos en la casa de mi abuela, en Av. San Martín y Maipú, y mis amigos eran los Novolisio, y las gemelas Angarola, entre otros. También, era compañera mía en la Escuela 11, Angélica Resala. Jugábamos en la Plaza frente a la Comisaría, donde había juegos como hamacas, toboganes, argollas para colgarse, e íbamos a la Plaza mayor a jugar a las escondidas. Para fin de año, solíamos juntarnos con la familia Aquilano, donde todos los chicos del barrio tirábamos cohetes...-
-Su abuela era muy querida...
-Sí, mi abuela, Luisa Muñoz, era pura dulzura, la viejita adorable del barrio, y todos los chicos iban a saludarla. Ella les servía café con leche y cocinaba una «torta ferrocarril», que era larga como esta mesa, se hacía con una asadera enorme, y tenía pasas de uva... Además, estaban los parientes, como Kety De la Fuente y Caíto... Cuando mi abuela se casó con mi abuelo, la desheredaron. Ella, a todos los que venían, los invitaba con algo. Tenía adoración por el Dr. Sallarés, y por Libito Mandirola.
-¿Tenía algún juguete favorito?
-Sí, unos patines que mi papá me regaló para Reyes... Me los puse y me fuí a dar vueltas alrededor del Monumento a San Martín.-
-¿Quiénes fueron sus maestras?
-La primera fue Umbría Ligotti. También tuve a Dorita Baldomir. Y como Directora estaba la señora de Novolisio.
-¿Y después de la Escuela Primaria, como siguió su carrera?
-Fui a hacer la Secundaria a Banfield, y después me recibí de maestra, profesora de Biología y Doctora en Bacteriología, Clínica e Industrial, en la Universidad de La Plata. Más tarde puse el laboratorio, que tuve por más de treinta años.
-¿Cómo conoció a su esposo?
-En el laboratorio, porque vino a hacerme una consulta por un análisis que le había hecho a un paciente. Él era mi apoyo, y un hombre muy especial. Elaboraba una droga contra el cáncer y se la suministraba a sus pacientes pero no se las cobraba. Él no quería comerciar.

-¿Cuál fue el mejor momento de su vida?-
-Tal vez cuando con la ayuda de mi papá puse el laboratorio, y cuando me casé. Pero tuve una vida muy linda, en la que pude dedicarme a lo que he querido.
-¿Y el peor?
-Cuando fue muriendo toda mi familia...
-¿Nos cuenta una anécdota?
-En mi época de profesora en la Escuela de Comercio, cuando se utilizaban animalitos en la clase de Biología, algo que ahora por suerte está prohibido, un chico vino a clases con un rifle para cazar un pajarito, y el profesor Bossi lo paró y le preguntó qué pensaba hacer... El chico le contestó que tenía dos caminos, o cazaba el pajarito y Bossi le ponía amonestaciones, o no lo llevaba a clase y yo le ponía un cero...
-¿Qué piensa del nivel de enseñanza actual?
-Que es muy bajo. Ahora conseguimos que se reforme el plan de educación desde el año próximo. Tengo muchas esperanzas en este cambio. Hay que volver a los cánones antiguos en todo, en cuestiones de exigencia y en cuestiones de disciplina. Hoy influye mucho lo económico, los chicos van a la escuela a cobrar la beca, pero no tienen libros y hay que cambiar la metodología con ellos, dándoles cuestionarios para resolver a libro abierto, por ejemplo. Hoy si una desaprueba a un alumno, capaz que viene el padre y te amenaza. Si los chicos no tienen límites nunca van a progresar. A los chicos les cuesta ir a la biblioteca, pero yo estudié sin libros. Mi padre era empleado y no podía comprarlos, así que me pasaba horas estudiando en la Biblioteca... Este año me tocó dar Física y Química en cursos donde los alumnos no sabían las cuatro operaciones ni las tablas. ¿Cómo pueden haber llegado a Polimodal? Pero hay escuelas privadas donde a los que no saben hay que aprobarlos igual, para «conservar la matrícula». Con estas cosas lo único que se consigue es seguir bajando el nivel...
-¿Es muy creyente?
-Sí. No soy de ir todos los días a la Iglesia, pero voy a Schöensttat, y soy católica.
-¿Qué piensa que hay del otro lado?
-Debe ser muy feliz allá, porque nadie vuelve.
¿Qué le diría a Dios si lo tuviera enfrente?
-Gracias. He vivido muy bien.


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