Cambio de época



Editorial » 01/06/2024

Guste o no guste, es indudable que estamos transitando un cambio de época en Argentina. Y en medio de ese cambio, hay muchos que quedaron irremediablemente desorientados.

Guste o no guste, es indudable que estamos transitando un cambio de época en Argentina. Y en medio de ese cambio, hay muchos que quedaron irremediablemente desorientados.
La imagen del gobernador Kicillof y su vice Magario al lado del intendente de La Matanza Fernando Espinoza un día después de que este fuera procesado por abuso sexual es una muestra de ese desfasaje. El gobernador y la vice que tanto aman hablar con la E y hacerse los inclusivos eligieron respaldar a su «compañero», del mismo modo que los diputados de su partido rechazaron referirse al tema en la Cámara.
No es la primera vez que el peronismo elige no sólo mirar para otro lado sino abrazar y proteger al señalado cuando una acusación de tamaña magnitud toca a alguien de la «tropa propia». Basta solamente recordar las denuncias contra integrantes de La Cámpora o contra el ex gobernador Alperovich para confirmarlo. Pero esta vez, el nivel de disociación con la realidad alcanza una magnitud asombrosa. En esa misma lógica, de no entender de qué se trata, Kicillof despotrica por los fondos que le recortó el gobierno nacional, pero sigue despilfarrando la plata de los bonaerenses ya sea sumando más y más empleos públicos -fueron 70.000 nuevos puestos en el Estado en sus últimos cuatro años- o repartiendo pauta a sus medios amigos -2367 millones de pesos sólo en marzo último-. Todo ello, sin privarse de aumentar hasta un 300 por ciento las tasas provinciales.
Pero esta desorientación, esta pérdida de pulso político, no son sólo problemas de Kicillof y el kirchnerismo. También son señales que afectan a otros actores de la escena nacional, como los líderes piqueteros, tan acostumbrados como estaban durante tantos años a dirigirnos la vida y cortarnos las calles, sitiando la ciudad de Buenos Aires con formaciones seudo fascistas. Y también, a extorsionar a los más pobres obligándolos a ir a las marchas, a darles parte de sus asignaciones y hasta a votar a un partido político determinado, como se denunció en estos días, bajo amenaza de quitarles la ayuda enviada desde el Estado. Esos piqueteros que estaban de los dos lados del mostrador, firmándose los cheques que ellos mismos cobraban y repartían arbitrariamente. Y que incluían entre sus «castigos» la «quita de alimentos». Todas ellas, prácticas de las que venimos oyendo hace años, pero que sólo ahora parecen haber tenido eco en la justicia. Esa justicia que encontró en casa de una dirigente del Partido Obrero, muy guevarista, socialista y roja ella, más de 70.000 dólares, trayendo a cuento una vez más la vieja fábula de la zorra y las uvas. ¿Por qué será que esta gente tan anti capitalista siempre ahorra en plata «del Imperio» y nunca en pesos cubanos o bolívares del compañero Maduro?
Esta nueva época parece ser, sobre todo, un tiempo de descubrimientos. Un tiempo en el que salen a la luz nuevos y nuevos negociados. Mafias enquistadas por todos lados. La de los Seguros en el Estado, la de las indemnizaciones truchas de los 70, la de los fondos fiduciarios, la de los remedios oncológicos, la de los comedores inexistentes. Cada día, se descubre una nueva «caja», y crece la incertidumbre en una oposición que no sabe donde pararse.
Están desorientados. Kicillof, Magario, Pérsico, Grabois, Belliboni, que tendrá que responder a una declaración indagatoria a fines de este mes.
Estamos frente a un cambio de época. Y el problema no son los que no lo ven, sino los que no quieren verlo.


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