Don Miguel Giordano, el hombre del Catastro



Edición Impresa » 01/03/2025

Nos recibe con la misma cordialidad con la que atendía en su oficina de Catastro Municipal, la que fue su residencia laboral a lo largo de tres décadas. Se trata del distinguido convecino Don Miguel Angel Giordano, con quien Mi Ciudad recreará alguna de las vivencias de una prolongada y correcta gestión.

Nos recibe con la misma cordialidad con la que atendía en su oficina de Catastro Municipal, la que fue su residencia laboral a lo largo de tres décadas. Se trata del distinguido convecino Don Miguel Angel Giordano, con quien Mi Ciudad recreará alguna de las vivencias de una prolongada y correcta gestión.
El Florencio Varela de la mitad del siglo, era la típica comunidad bonaerense, con su planta urbana que andaría por unas 80 manzanas. Mencionar «La Colorada» o «La Curva de Berraymundo» era internarse en casi desconocidos confines; término aplicable también al hoy desaparecido almacén de Ramos Generales «Barrio Cortés», en la esquina de las Avenidas Hudson y Bosques, con su casi obligatorio despacho de bebidas y cancha de bochas.
Allí recaló el Sr. Domingo Giordano, padre de Miguel, luego de algunos años de tareas rurales, adquiriendo el comercio a los señores Rubén Dehar y Luis Callegari, iniciándose en la nueva actividad junto a su esposa y cuatro hijos, de los que Miguelito era el mayor.
El citado Sr. Callegari es el mismo que años más tarde se erigiría por voto popular, en uno de los intendentes más probos y honestos que tuvo Florencio Varela.
A fines de 1945, Miguel termina su servicio militar, el momento en que todo joven replantea su futuro. En tal sentido, Don Arturo Trujillo, un agricultor vecino, amigo de la familia, lo entusiasma para que se incorpore a la Municipalidad; y con la recomendación de Don Eduardo Villa Abrille, por entonces Jefe del Partido Laborista local, el 1ero. de octubre de 1946 ingresa al que sería su primer y único destino laboral.
El primer jefe de Miguel, fue el Sr. Domingo Novembrino, en la época en que ejercía la titularidad de la Comuna el Comisionado Sr. Miguel Curti, actuando en los cargos principales Juan María Melzi en tesorería, Juan Carlos Ghio como contador, Miguel Salvá en recaudación, Victoriano López en asuntos legales y Leonardo Denón como capataz general.
Giordano hizo toda su carrera en dicha sección, llegando a ejercer la Jefatura hasta su jubilación, en la década del ‘80. No hubo cambio político que lo afectara, aplicando a su labor la probidad y sencillez que facilita la relación entre Comuna y contribuyente. Su versación en el tema simplificaba los trámites, y, dueño de privilegiada memoria, podía ubicar mentalmente límites, medidas y los nombres de propietarios de diversos inmuebles de la zona.
Naturalmente predispuesto a la actividad comunitaria, lo ubicamos como socio fundador del Club de Pesca y Caza, aportando también su trabajo a la Sociedad de Bomberos Voluntarios, Sociedad Italiana La Patriótica y Cooperativa Clesa. Ostenta, asimismo, la condición de socio vitalicio del Club Defensa y Justicia.
Le preguntamos a Miguel cuáles son los recuerdos de su paso por la función municipal:
-Fundamentalmente, el compañerismo y cooperación mutua, que hacían gratas las tareas; y el compartir una parte importante de la vida con personas de bien, como Juan Carlos Ghio, Victoriano López y su hijo Oscar (Coco), Leopoldo Forneris, Vicente Incorvaia, Juan María Melzi, Angel Basta, Ricardo Caprini, etc, por citar ahora algunos que acuden a mi memoria.

-¿Qué opinión guarda de los jefes comunales que pasaron a lo largo de su actuación?
-Fueron muchos, en más de treinta años, pero debo adherir en primer lugar, a la mención de Don Luis Callegari, formulada en una parte de esta entrevista, que no es más que el reflejo de lo que fue su gestión, asentada en el trato directo con los vecinos, su estilo campechano, no desprovisto de firmeza, y su preocupación por las cosas cotidianas, que son las que interesan al común de los ciudadanos. La transparencia de todos sus actos públicos fue aliada inseparable de su administración, lo que fue reconocido hasta por quienes políticamente profesaban otra idea.
Tanto el Dr. Antonio Bengochea (Comisionado que le sucedió) como Julián Baigorri y Ernesto Scrocchi, honraron su condición de hijos del terruño que les tocó conducir, a través de una conducta austera, aportando lo mejor de sí en el marco de las posibilidades que la situación les permitía. Es justo reconocer, asimismo, que durante la intervención del Comisionado Militar Coronel Grazzini (1966/1970) se concretó la instalación de la primera etapa de las redes cloacal y de aguas corrientes, obra que considero de las más importantes que beneficiaron a Florencio Varela en el último medio siglo, en simetría con la creación del Hospital Materno Infantil, éste gracias al ejemplar trabajo que supo desarrollar esa Institución modelo que es la Sociedad Civil «Mi Pueblo».
-Le pedimos una reflexión final, a la luz de la actual realidad comunal.
-De mi experiencia laboral, rescato el concepto de que los funcionarios- no importa su rango- están para administrar los fondos públicos al amparo de su capacidad, y por supuesto, con la posibilidad de involuntarios errores.
Lo indiscutible es aceptar la premisa de que el Pueblo les paga para que se lo sirva bien, con dedicación plena y probada honradez. En ese entendimiento, aspiramos a una ciudad con calles sanas y limpias, a servicios de salud dotados de suficientes profesionales y adecuados elementos, a establecimientos para la educación en condiciones dignas y asistidos en las demandas primarias que la situación exige, con transportes públicos seguros y reglamentados, y por fin, a confiar en que todos los varelenses podamos ser iguales ante la Ley.
Por ello, permítame que la reflexión que me pide, la traslade a la conclusión que cada lector elabore.

Cacho Sosa
(Revista Anuario
Mi Ciudad 2004)

Algo más...

Al Fundador de Mi Ciudad siempre le encantó eso de «adelantar trabajo», lo que en sus últimos tiempos significaba abrir la computadora y comenzar a escribir notas para el diario... y «para la Revista de Fin de Año», aunque estuviéramos en enero o febrero.
Y bien, una de esas tardes, nos llamó para que aprovecháramos que Miguel Giordano había ido hasta su lugar de trabajo para tomarle una fotografía, que habríamos de utilizar en la Revista de fines de 2004.
Tomamos ese día dos fotos: una de Miguelito, el hombre del que Coco Suárez siempre dijo que tenía «el catastro municipal en la cabeza», y sobre quien quería que apareciera un reportaje en esta publicación anual, y otra en la cual se los vé a ambos dialogando, junto a un papel en el que Ramón garabateaba, con esa especie de jeroglífico idiomático que sólo él podría descifrar después, los datos y números con los cuales luego daría forma a otra de sus notas.
Pero... el destino no quiso que esa nota pudiera ser volcada a la computadora. Ramón falleció el 29 de marzo de ese año y la misma sólo quedó en forma de apuntes.
Cuando alrededor de septiembre de 2004 pedimos a nuestro amigo «Cacho» Sosa que nos escribiera algo para esta Revista, su respuesta nos sorprendió: «Bueno... podría hacerle un reportaje a Miguelito Giordano», nos dijo, sin saber todo lo que antecede a este párrafo. De todos los temas posibles... Sosa eligió dialogar con Miguelito.
Y, como quería el Fundador... la nota a Giordano cobró forma y vida, de la mano de Cacho, un amigo de siempre de Ramón, y en una rara vuelta de tuerca del Destino, que nos sigue dando motivos para sorprendernos gratamente día a día.


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