DEL ARCHIVO DE MI CIUDAD

Los recuerdos de un granadero de Perón



Entrevistas » 02/05/2025

Los Zanollo eran 11 hermanos -que habían perdido a sus progenitores- y que un día de 1942 decidieron dejar su tierra natal, Carlos Casares, para probar fortuna en ese «pueblito» de Florencio Varela, más cerca de la Capital Federal, que les ofrecía igual clima social al de su origen, pero mayores posibilidades de progreso.

Los Zanollo eran 11 hermanos -que habían perdido a sus progenitores- y que un día de 1942 decidieron dejar su tierra natal, Carlos Casares, para probar fortuna en ese «pueblito» de Florencio Varela, más cerca de la Capital Federal, que les ofrecía igual clima social al de su origen, pero mayores posibilidades de progreso. Fue así como recalaron en un principio en una vivienda de Doña Rosa Bettino, en la calle Dr. Salvador Sallarés Nº 44, frente a una arraigada carnicería. ¿De quién podría ser, sino de un Ghio?. Precisamente de Juan Ghio, y estaba ubicada en el lugar donde hoy se encuentra la Pinturería de Omar Bodega. Los hermanos, al cabo de los años se fueron dispersando, quedando aquí únicamente cuatro, tres de los cuales, concretaron algo no común: unir sus vidas a tres hermanas y en este orden: Octavio, casado con Vilma Godoy, fallecida en 1967, Leopoldo, fallecido en 1992, quien se había desposado con «Blanquita» Godoy, cuyo deceso se produjo en 1999, y Rolando Eugenio Zanollo, nacido en 1924, de 79 años, unido en matrimonio con María Juana Godoy, que es en esta ocasión, el escogido por Mi Ciudad para ésta entrevista.
Pero antes de entrar en materia, recordaremos al otro de los hermanos Zanollo, Américo, soltero, quien falleciera a los 80 años el 22 de marzo del año último. Este, en su trayectoria cívica, se caracterizó por ser un militante peronista de la primera hora, que colaboró con los ex Intendentes Eduardo Villa Abrille y Luis Calegari activa y desinteresadamente, como cabe a un verdadero idealista.

-Mi Ciudad: ¿Desde cuándo se identifica Ud. con el Peronismo?
-Zanollo : Fue cuando tuve la sensación de que el país retornaba al Federalismo real. Y al hacer el Servicio Militar Obligatorio, dada mi contextura física, me escogieron en el año 1945, para integrar el Glorioso Cuerpo de Granaderos a Caballo, asignándome como destino, estar en la Casa Rosada, especialmente en el playón de la calle Rivadavia.
-MC: Quiere decir que Ud. fue protagonista y testigo de hechos que cambiaron la vida nacional...
-Z: Efectivamente fuí parte pasiva de episodios que hoy pocos conocen, dado el transcurrir del tiempo y no siempre la lectura histórica refleja la realidad. Por ejemplo, la resultante de una entrevista del Embajador yanqui, Spruille Braden con el Vice Presidente de la Nación Coronel Perón. Al respecto hay algo que puedo relatarle por lo que vi y escuché y también por lo que me refirieron y comentaron en los corrillos de la Casa de Gobierno. Una mañana, arribó el nombrado diplomático en carroza, la que se acostumbraba a utilizar cuando llegaban Presidentes o figuras relevantes extranjeras, las que incluso hacían el recorrido -una sola mano- por plena calle Florida... En aquella ocasión, Braden, penetró por el acceso de la calle Rivadavia y tras descender del carruaje, inició una marcha firme al lugar de a pie, con rostro sonrojado y pelo rubio bien peinado, sacando pecho, portando en su mano izquierda un sombrero, tipo galera de felpa. En tanto, tras los saludos de práctica, el vehículo había sido ubicado en posición contraria, como correspondía para su retorno, evitando maniobras con los caballos que lo tiraban, quedando el mismo rodeado por otros Granaderos.
-MC: ¿Braden entró sólo?
-Z: No, lo hizo acompañado por otra persona sin duda allegada a él, muy bien vestida, que después me informé, era su traductor personal.
-MC: ¿Fue larga la espera?
-Z: Comparada a otras a las que yo desde mi lugar de vigilancia asistí, sí. Fue de alrededor de una hora. De pronto la expectativa se esfumó, al reaparecer el Embajador, marchando hacia la carroza visiblemente molesto, despeinado y a paso acelerado, incluso superando a su acompañante. Como será el nerviosismo que le había afectado, que tuvo que volver tras sus pasos, pues en el apuro había olvidado la galera... que ya venía a alcanzársela, muy solícito, un auxiliar del Coronel Perón.
-MC: ¿Y qué pasó luego?
-Z: Su curiosidad fue también la mía y la del resto de los que allí ocasionalmente estábamos. Lo único que trascendió, conforme el Encargado de Maestranza, es que el «pacto» que venía a hacer Braden había terminado en un «sablazo».
-MC: ¿Qué más nos puede agregar de esa jornada?
-Z: Al rato apareció el Coronel Perón quien se cruzó con el General Filomeno Velazco, Jefe de la Policía Federal, quien le reclamó la provisión de nafta, pues la escasez de la misma tenía trabada la actividad que le competía y recibió ésta respuesta: «General, yo al problema se lo resuelvo enseguida, pero de aquí en adelante, me temo que va a tener que reducir la cuota, pues me parece que el proveedor no estará dispuesto a satisfacer rápidamente nuestras necesidades...»

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