CRÓNICAS VARELENSES

La educación de las plantas



Edición Impresa » 01/12/2025

Una noche junto a Shirley vimos una película linda llamada Las flores del cerezo.
Como no se la pude recomendar a nadie, cuento brevemente de que va: Trudi es la única que sabe que su marido, Rudi, está gravemente enfermo. Siguiendo el consejo de su médico, deciden hacer un último viaje juntos...

Una noche junto a Shirley vimos una película linda llamada Las flores del cerezo.
Como no se la pude recomendar a nadie, cuento brevemente de que va: Trudi es la única que sabe que su marido, Rudi, está gravemente enfermo. Siguiendo el consejo de su médico, deciden hacer un último viaje juntos. Van a visitar a sus hijos y nietos en Berlín. Sin embargo, éstos están demasiados ocupados -como la hija de la maravillosa película Toni Erdmann- en sus propias vidas, como para ocuparse de ellos. Tras ir al teatro a ver un espectáculo de danza Butoh, una danza japonesa, Trudi y Rudi deciden marcharse y pasar unos días en un hotel en la costa del mar Báltico. El sueño de toda la vida de ella había sido conocer el Japón. Pero de repente muere. Y él, Rudi, nombres tan parecidos que parecen uno, va a buscarla, al Japón. A vivir sus Días perfectos como en la película de Win Winders que vimos el año pasado.
Me acuerdo cuando les regalé a mi amada y a mis amigos Darío y Yamila el librito sobre el teatro japonés de Liliana Ponce.
Estamos en una confitería en nuestra querida ciudad. Es una confitería japonesa. Es linda, tranquila, está vacía, nos atienden bien. Educación, amabilidad por doquier. Podemos leer, escribir, dibujar. Hubo unos días que me empezó a latir el ojo y entonces dejé un poco la computadora y agarré la guitarra. Nos dan una tarjeta tipo membresía para volver con descuento. Desde que volvimos a la ciudad solemos recorrer las confiterías. Tenemos una especie de meta, conocerlas todas. Pero debo confesar que esta nos encantó y la solemos elegir mucho últimamente.
¿Se puede conocer una confitería?
Creo que de eso habla todo el cine de la sorprendente cineasta Lucía Seles.
De pronto nos vamos a la capital en un viaje largo en tren. Una vez allá decidimos ir caminando al lugar. La cita es a las siete de la tarde en uno de esos lugares que dicen que se parece a España, cerca de la Avenida de Mayo. Vamos a una charla de ella, Lucía Seles. No puedo evitar sentirme emocionado. De pronto todo lo que hizo o hace esta cineasta nos parece genial, innovador, divertido, nuevo. Llegamos al lugar, nos atendió un hombre de seguridad llamado Silvio, que no tenía idea de que iba a haber una charla. Miró un cronograma que tenía y no vio nada. Nos hizo pasar. El lugar era bajando un sótano que me recordó la forma de los pasillos de la facultad de ciencias económicas. Un laberinto. Estaban todos ahí. Conocimos a García Pelayo, reconocido no solo por su obra sino por haber saltado la banca en los casinos de España, un hombreen realidad encantador del cual también empezamos a ver sus películas. En una dijo: hombre, joder, ¿Hemos venido a ver solo a Lucía Seles? Y todo el mundo calló. Lucía entró a cambiarse, no sin antes saludar a todos los presentes con un beso y un abrazo. Conocimos a Pablo Ragoni, alias el contador. Shirley le dijo entusiasmada: él es fanático tuyo porque también es contador. El hombre nos miraba entusiasmado. Dice la leyenda que fue gracias a él, que lo conocía de antes, quien le insistió a Lucía que volviera a grabar sus videos, los videos sobre sus “pegas”. Con mucha vergüenza, le pedí que nos firmara Hockey de mujer, su libro de poemas. Nos abrazó y nos dio un beso tocándonos la cabeza. Su letra diminuta que suele escribir en todas sus libretas se nos volvió inentendible. A raíz de haber escrito sobre ella en la crónica pasada, me escribió mi querido profesor de tenis, Mauro Michel, pero lo gracioso fue que no se acordaba de mí. Lo más normal luego de haber tenido cuatrocientos pibes. Me dijo esta frase que tomé como un haiku para la vida: mirá que el tiempo no pasa para mí solo.
Tomé estos apuntes a pesar de que Seles nos advirtió que no se podía grabar en la charla, de la que salimos prácticamente prendidos fuego de la emoción:
No hacen falta gurús ni principios generales, lo esencial es nuestra propia liberación.
Nuestra vida requiere una revolución permanente y para eso hay que perder el miedo.
El acto en sí, no puede ser nunca un problema, pero el pensamiento acerca del acto crea el problema. Too many problemas.
Más fiesta y más siesta.
Saludos queridos lectores, querido Alejandro, viejo lobo, otro año, voló. ¡Traigan las empanadas! ¡Feliz 2026!
https://www.youtube.com/watch?v=Hkc5piclElg


TAMBIÉN PUEDE INTERESARTE