Las mil y una de Massa



Editorial » 02/08/2023

Que el kirchnerismo tenga como única oferta electoral a Sergio Massa –no puede tenerse en cuenta seriamente la utópica andanza de Grabois- significa la total y absoluta abdicación de sus supuestos «principios».

Que el kirchnerismo tenga como única oferta electoral a Sergio Massa –no puede tenerse en cuenta seriamente la utópica andanza de Grabois- significa la total y absoluta abdicación de sus supuestos «principios». Que después de más de dos décadas de escucharlos despotricar contra «la derecha» terminen encolumnados detrás de uno de los más rancios representantes de ese sector político resulta patético. Basta sólo recordar aquellos audios dignos del vodevil más bizarro entre la Jefa Cristina y su «lugarteniente» Parrilli en los que suelta de lengua, la hoy condenada mandataria decía: «tenemos que embocarlo al hijo de puta de Massa…» para tener una dimensión de las banderas que hoy fueron bajadas sin gloria y con muchísima pena.
Pero antecedentes había, y de sobra. A la hora de buscar o retener el poder, el peronismo se viste de seda, o de lo que sea. Como pasó con Scioli, por ejemplo. La propia Hebe de Bonafini dijo que había que votarlo «aunque había hecho mierda la Provincia». Y Alberto, claro. Este Presidente-Meme que transcurre sus días en Narnia, mientras el país se incendia y cada tanto aparece frente a algún micrófono para mal tocar la guitarra, decir que en Montevideo no sale agua de las canillas o felicitar a Pedro Sánchez por perder las Elecciones en España.
La única preocupación cierta de Cristina Kirchner es su complicada situación judicial. Y la de sus hijos, principalmente Florencia, la súbita multimillonaria, que no tiene fueros, a quien ella colocó al frente de sus empresas, y no «la corporación mediática», «el partido judicial» ni la oposición. Por eso aún en el estribo de su salida del gobierno, intenta desesperadamente renovar en su cargo a una jueza pasada de edad para ejercer pero que le es funcional, cuando hace un par de años le exigía a un magistrado que no le gustaba –por su independencia- que se retirara por su «ancianidad». Así de coherentes son.
En la década del 80, un inolvidable cómico llamado Mario Sapag asombraba desde la TV con sus imitaciones de conocidos personajes de la política y la actualidad, adoptando cada semana una nueva personalidad. Hoy, vemos como Massa cambia sus posturas no ya cada semana, sino cada día u hora. Dice que va a meter presos a los ñoquis de La Cámpora y se abraza con ellos. Cuestiona por «montonera» a Patricia Bullrich y es candidato de un partido que reivindica a los montoneros, acusa al FMI de todos nuestros males y le suplica lastimosamente más fondos para seguir pagándole. La diferencia es que Sapag nos hacía reír y Massa, nos hace llorar.
Creer de verdad que Massa va a solucionar el desastre económico que provocaron Alberto, Cristina… y el propio Massa es tan ridículo que se desmorona con la más simple de las preguntas: ¿si esta gente, que está gobernando hace cuatro años, tiene la receta mágica para parar la inflación, detener la escalada del dólar y poner el país en marcha, por qué no empieza ya mismo a aplicarla y nos ahorra tantos meses de padecimiento?
Las PASO están a la vuelta de la esquina. Y serán el primer eslabón para terminar con una secta fanática y un modelo que llevaron al país a la dramática situación en la que hoy se encuentra: hundido en la pobreza, cooptado por el narcotráfico, aislado del mundo y atormentado por la falta de futuro.
Ojalá esta vez Dios y nuestra razón nos iluminen para encontrar el camino perdido hace ya tanto tiempo.


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