EL OTRO VOS

Puta de mierda



El otro vos » 01/12/2019

«Puta de mierda» le dije a Lili con mímica mientras bailaba con Jorge. Lili era una amiga de mis padres, una más de un grupo grande de amigos en el que hablaban de sexo, tomaban vino y comían asado. No tenía ni 8 años cuando lo hice. Lili me veía con su oreja apoyada en el hombro de Jorge mientras Jorge, miraba para el otro lado.
Jorge me cortó el pelo como Carlitos Balá cuando se enteró, porque así me castigaba.
Siempre pensé que esa era una marca del Edipo, pero creo que es más una marca del machismo.
Nací en los ´90, la década que desenmascaró a la inocencia y en el caso de Argentina, la década que desenmascaró los excesos desde todos los puntos de vista. Nos criamos con Lucas hipnotizados con juegos de aventura en la PlayStation, mientras él era maricón por llorar si no se pegaban los modelos de madera balsa o menos hombre si no tenía juegos de autos. Por eso, Jorge le compró juegos de autos para que «se haga hombre».
Me crié siendo la única mujer de la familia de entre mis hermanos y primos, mientras Jorge bromeaba y se inflaba el pecho diciendo que tenía tres hijos varones. Y es que en verdad era un poco así. Yo era el hijo varón que él pretendía, podaba con fuerza y rastrillaba más rápido para que él me viera así. Pero lo insoslayable de la expectativa anulaba siempre a la realidad. Durante mi infancia, competí con mis hermanos en disciplina y fuerza. Los acompañaba a jugar al rugby al Club Varela Junior, porque para mi eso era la masculinidad y eso era lo que me iba a hacer más fuerte.
Me crié usando ropa de mis hermanos, mirando el noticiero, sancionando vestimentas y femicidios en forma de accidentes y muerte.
De más grande mencioné las palabras puto, trolo, maricón, como un insulto en la escuela. También un compañero lloró al enterarse de la menstruación de las mujeres cuando una compañera sangró la silla y no podía usar el color rojo.
Son demasiados años de ignorancia.
Hasta que las marcas en mi adolescencia se profundizaron cuando encontré a Jorge empantanado en un mar de palabras insostenibles. Encontré los símbolos. Se los expliqué.
Encontré amigas mujeres que me enseñaron, que nos criticamos unas a otras con hipocresía e ignorancia, que al final, éramos consecuencia de lo mismo. Sin embargo, estigmaticé a otras amigas mujeres. Me perdonaron. Encontré el placer en sus charlas. Usamos pollerita y un montón de maquillaje y salimos a la calle con miedo, pero nada duele más que el segundo día de menstruación. Estábamos preparadas. Sentíamos parecido.
Nada de la ignorancia del pasado tiene mayor valor que el aprendizaje, lloré.
Y ahora que la crianza es mi responsabilidad, me reconocí. Acepté. Me corté el pelo como Carlitos Balá no por castigo, sino por placer.


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