Por Alejandro César Suárez | @alecesarsuarez
Hijo de un ruso que fue fundador de la Cámara de Comercio de Berisso y de una descendiente de polacos, Juan Korol nació el 29 de agosto de 1942, en una Argentina distinta, llena de oportunidades y esperanza. Su casa, ubicada en aquel por entonces barrio platense, estaba muy cerca de los dos frigoríficos más importantes de esa época: el Swift y el Armour, en los que trabajaban cientos de obreros, las veinticuatro horas del día, para enviar miles de kilos de carne al exterior. «Atracaban los barcos y venían trenes desde Buenos Aires y cargaban pasajeros. Nosotros íbamos corriendo a ayudar a la gente a llevar las valijas, para que nos dieran unas monedas», recuerda en su charla con Mi Ciudad.
Hijo de un ruso que fue fundador de la Cámara de Comercio de Berisso y de una descendiente de polacos, Juan Korol nació el 29 de agosto de 1942, en una Argentina distinta, llena de oportunidades y esperanza. Su casa, ubicada en aquel por entonces barrio platense, estaba muy cerca de los dos frigoríficos más importantes de esa época: el Swift y el Armour, en los que trabajaban cientos de obreros, las veinticuatro horas del día, para enviar miles de kilos de carne al exterior. «Atracaban los barcos y venían trenes desde Buenos Aires y cargaban pasajeros. Nosotros íbamos corriendo a ayudar a la gente a llevar las valijas, para que nos dieran unas monedas», recuerda en su charla con Mi Ciudad.
«Refana de Gimnasia», según se define, en alusión al «Lobo» donde jugó al básquet y al fútbol, este hombre que durante algunos años estuvo al frente de uno de los boliches más exitosos de la historia varelense, «La Covacha», está casado con Clara Luján «Titi» Mendizábal y tiene cuatro hijos, uno, Daniel, de su primer matrimonio, y los otros tres con su gran compañera de las últimas décadas: Daniela, Hernán y Mariana. También tiene 13 nietos.
«Mi papá fue gerente de los dos frigoríficos. Estuvo muchos años y lo querían mucho. Fue el constructor de las chimeneas de ambos, porque también era maestro mayor de obras. Y tenía un almacén de ramos generales, con bar, en mi casa, que era de dos plantas y donde había un zaguán largo en el que jugábamos a la pelota. ¡Si habremos roto vidrios!. En el barrio había muchos extranjeros. Judíos, rusos, yugoslavos, turcos… Teníamos el río a pocas cuadras. De ahí salían las lanchas para la isla Paulino, donde está el cementerio de barcos», agrega.
Sobre las características de sus padres, amplía: «El viejo era muy recto. Él decía «o estudia o trabaja». Y nos enseñó a cocinar, a lavar, a planchar. Nos decía «Usted hasta los 40, tiene que comprar un terreno, hacerse la casa y después casarse». Se había escapado de Rusia con siete amigos antes de la Segunda Guerra Mundial. Anduvieron por toda Europa y llegaron a Uruguay, engañados, porque tenían que dejarlos en Buenos Aires. Pero a los dos años se reencontraron acá, salvo uno, al que habían matado. De esos amigos, sólo se quedaron mi papá y uno que fue mi padrino. Los demás volvieron a Rusia. Mi vieja era criada en las chacras, en Misiones. Era hija de polacos. Mi papá le llevaba 25 años. Ella nunca había salido del campo. Cuando llegó a Berisso para ella era un mundo nuevo, estaba perdida. El padre había fallecido cuando era joven y su madre quedó a cargo de todo. Cuando nací fuimos a Misiones, en el camino entre Posadas y Oberá. Y volví cuando tenía siete años».
-¿Su primer trabajo fue en el frigorífico Swift?
-Sí. Entré a los 18 años. Después hice la colimba y cuando volví pasé al otro frigorífico, que en un año también empezó a cerrar. Ingresé como operario en Petroquímica Sudamericana, y en menos de un año fui Jefe de Turno, dedicándome a la Sección Poliester. Y después entré en Peugeot, donde trabajaba mi hermano y estuve varios años en la cocina. Ahí trabajaba mucha gente de Varela, como los Tipol y el Ronco Alvarez…
-¿Cuándo se radicó en Varela?
-Vine en 1973. Se había muerto un hijo de mi primer matrimonio y el doctor Amiel, hermano de un amigo que vivía enfrente de mi casa me dijo que me convenía cambiar de aires…
-¿Ya estaba con Titi?
-Sí, y con los chicos. La conocí en la casa de una familia amiga, los Trigo, que eran parientes de ella, un día que salí de la cancha. Ahí la vi y fue un flechazo. Yo estaba separado… Nos instalamos en Monteagudo al 1000, al lado de lo de Don Domingo Napoli, que fabricaba zapatos de hombre y de mujer. Era un maestro. Entre los vecinos también estaban Juancito Durante, que era matricero de Alpargatas y estaba en la Comisión de Bomberos, Roque Lépore…
-¿Qué le pareció la ciudad cuando llegó?
-Yo no quería saber nada… En Berisso había micros las veinticuatro horas, salía de noche, y acá… Era todo distinto, otro ambiente. Yo solo había venido una vez, para jugar al básquet con Gimnasia, contra Varela Junior.
-¿Qué hizo después de Peugeot?
-Estuve Con la colorada Demattei en Piter Pool, en Monteagudo, al lado de los Bomberos, donde ahora está el Bingo. Tuvimos un equipo de mozos y hacíamos cumpleaños, casamientos, de todo, con el dueño de la panadería San José. Ahí iban González, de la Farmacia, Salinas, Pichín Fernández, mucha gente conocida.
Juan también tuvo otros trabajos: fue socio de una pizzería en la Estación de F. Varela, cocinó y repartió comida casera a domicilio en bicicleta, vendió artículos de limpieza, y fue encargado de seguridad en una casa de deportes. Y hasta fue mozo en un emblemático bar: Aranjuez, en la calle Mitre, donde se quebró un dedo, porque se le resbaló un barril de cerveza encima del pie. «Polito Calvi me había dicho que tuviera cuidado al levantarlo porque transpiraba, y se me cayó en el pie…», recuerda con congoja, y agrega: «el dedo quedó para siempre sin movimiento».
(ver nota completa en la edición de papel)
-Y después vino La Covacha…
-Así es. En Sallarés entre España y Monteagudo, al lado de donde ahora hay una pizzería, en un local del Vaco Bassagasteguy donde había tenido un boliche el Negro Calegari. Al principio estaba con Adrián Covelli, después quedé solo. Empezamos con bailes para los chicos de Secundaria que tenían que ir a Bariloche, y después se transformó en otra cosa. Al abrir de noche, empezó a hacerse un ambiente de gente mayor. Iban todos los comerciantes de Varela, temprano, cuando no había gente, venía el Colorado Demattei desde Zeballos a comer una nutria o una vizcacha que él preparaba… Y después de la una de la mañana venían todos los de la «Banca», de 12 de Octubre, del Kilómetro, del Café de Monteagudo, de La Boca, de Lomas, Lanús, Adrogué… Los taxistas de Constitución. Yo tenía siempre abierto, de lunes a lunes. Estaba siempre repleto. Venían jugadores de fútbol de Boca, de River, de Racing… La parada de taxis no estaba en la Estación, la cola se hacía en Monteagudo en esa época. Iban los choferes de colectivos, médicos… Era un ambiente mezclado. Pero adquirió una fama… ¡que mamita querida!. Y cada Fin de Año se llenaba.. Venían Nito Piotroski, Orlando Lama con la señora, el Piji Turanzas, los Hermida, Alfonso Ruiz, los mellizos Demattei, el dueño de Zurich, el Tano Renato, Condorito, Carpinetti con sus hijos, y hasta alguien que ahora es Ministro de la Nación, que iba siempre con sus custodios… También iban los Cazenave… ¡El Indio armaba cada despelote…! ¡Y Ramiro…! Cuando tomaba, lo metía en un taxi y lo mandaba a la casa. A la hora, volvía, con un perro grandote que tenía. Había domingos que yo cerraba a las dos de la tarde. Se quedaban desde el sábado a la noche y no los podía sacar…
-¿Hasta cuándo duró?
-Hasta el año 90, cuando subió Menem. Tuvimos una reforma, le pusimos de nombre Flop. Pero duró tres meses.
-De todos modos, fue un éxito…
-Sí. Todo lo que gané lo puse para hacer mi casa. La que se sacrificó fue mi señora, con los tres chicos.
-¿Quiénes son o fueron sus amigos?
-Granero, que es uno de los dueños del Bar El Parlamento, de La Plata y estudió conmigo en la Secundaria, Chirichimo y Pascual.
-¿Quién le enseñó algo que le haya quedado para siempre?
-El electricista Santalé, que vivía atrás de los Bomberos y les dejó la casa cuando murió. Me enseñó a ser derecho, a no apurarse… Y mi viejo, que me enseñó a trabajar, a no meterse en deudas, a no comprar más de lo que se puede comprar. Y eso que falta ahora: la cultura del trabajo.
-¿Conoció a algún abuelo?
-A mi abuela, la madre de mi mamá. Era trabajadora… Pobrecita, vino de Polonia, la metieron en la chacra, no sabía ni leer ni escribir pero crió a todos sus hijos. Estaba acostumbrada al campo.
-¿Está contento con la vida?
-Muy contento. Con mi matrimonio, con mis hijos, con el sacrificio que hicimos para tener nuestra casa. Ahora vivimos en paz y sin problemas, gracias a Dios.
-Ya que lo nombra… ¿Cree en Dios?
-Más o menos, a pesar de que en Berisso era monaguillo y estaba en la Acción Católica.